lunes, 27 de junio de 2011

Alimentos orgánicos, capricho de ricos.

Pilar Carbonero es académica de ingeniería y experta en genómica de plantas


Pilar Carbonero Quienes recelan de los cultivos transgénicos olvidan quizá que la agricultura es en su propia esencia modificación de las plantas.

-Probablemente, porque las plantas se han modificado desde siempre. Desde que el hombre se hizo agricultor hace diez mil años, como yo les digo a mis alumnos, se han estado introduciendo genes en las plantas sin percatarse de ello, como el burgués gentilhombre de Molière, que hacía prosa sin saberlo. Antes se cruzaban las plantas buscando características que tenían otras plantas; la diferencia es que ahora hay un mecanismo para hacerlo de una manera mucho más precisa, consistente en buscar un gen que confiere una cierta propiedad y trasplantarlo a la variedad que a uno le interesa.

-Práctica extremadamente útil en apariencia y sin embargo demonizada. ¿Por qué?

-No lo tengo nada claro. Meter miedo es fácil, y por otra parte nunca hemos tenido tantos alimentos, tan variados y tan baratos como ahora, y eso genera una especie de prejuicio de «a mí que no me toquen lo que se comía en la época de mi abuelita». Y lo que no se acaba de entender es que sobre todo en Europa (que además contribuyó de una manera muy notable al desarrollo de la tecnología) de repente parece que esto sea un tabú, cuando esa misma tecnología aplicada a la obtención de medicamentos se admite sin ningún problema. La insulina que se inyectan los diabéticos es el producto de ingeniería genética en bacterias.

-Y productos modificados como el arroz dorado con provitamina A pueden evitar la ceguera de miles de niños en el Tercer Mundo.

-Pero es que además hay muchísimas posibilidades más. Sabiendo la biología molecular de las cosechas, se puede ir a tiro hecho a aumentar una determinada característica.

-El trigo enano conseguido por Borlaug fue otro hallazgo crucial contra las hambrunas.

-Aumentó el índice de cosecha, y de qué manera. Pero lo logró por mejora genética tradicional, ahí no entró la biotecnología. Y cuarenta años después se han descifrado los genes por los que se logró aquello.

-¿Qué nos jugamos por renunciar a estos avances?

-La FAO denuncia constantemente que el problema de alimentación es tremendo, y que de aquí a 2050 hay que aumentar la cantidad de alimentos producidos en más de un cincuenta por ciento. Seremos más de nueve mil millones de personas para ese año, y ¿cómo vamos a alimentar a todos estos que vienen?

-Europa está en guardia por la E. coli. ¿Ha habido alguna vez una alarma alimentaria vinculada a los transgénicos?

-Jamás, y eso que este año se han sembrado en el mundo casi 150 millones de hectáreas. Es más, en todas las evaluaciones de toxicidad los transgénicos son los que mejor parados salen, seguidos de la agricultura convencional bien hecha. La más tangencialmente peligrosa sería la llamada agricultura orgánica, a la que yo me niego a denominar ecológica, porque de ecología tiene poco.

-Precisamente usted ha dicho que la agricultura ecológica es un capricho de niños ricos.

-Sí, porque no es mejor. Los transgénicos son los alimentos más controlados en todos los aspectos de la producción. Lo que no se entiende es que Europa acabe dando autorización para que entren determinados maíces y sojas transgénicos y sin embargo no se los deje cultivar a sus propios agricultores. Pero, claro, si no lo permitiera, la producción de carne se colapsaría, porque se usan para los piensos.

-Otra consigna que ha calado es que los vegetales modificados genéticamente son un contubernio de las multinacionales para forrarse.

-Y yo digo que por qué no se meten con las multinacionales de estos aparatitos coge el mp4 con el que se está grabando la entrevista o con el señor Bill Gates, porque es la misma historia. Ellos hacen que los ordenadores se nos queden caducos cada tres años y nadie dice nada de esa planeada obsolescencia.


Siembra y cosecha
Recién distinguida con el premio Columela de Ingeniería Agroalimentaria (junto con su esposo, Francisco García Olmedo), Carbonero acabó el bachillerato con 14 años, y la carrera de ingeniero agrónomo (siete cursos) con 21. Catedrática de la Universidad Politécnica y experta en genómica de plantas, participó en el Winter Symposium de Miami de 1983, donde se presentaron al mundo los cultivos transgénicos. Ahora se vuelca en la investigación básica de los cereales. Además, es una de las tres mujeres miembro de la Real Academia de Ingeniería.

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