martes, 7 de junio de 2011

El cine preserva lo que se llevó el tsunami

El cine preserva lo que se llevó el tsunami
El director japonés Kobayashi estrena su cinta en Granada


El pasado11 de marzo una inmensa ola arrasó la costa oriental de Japón cambiando para siempre las líneas del futuro, el destino de un país que tal vez pueda superar la catástrofe, pero difícilmente olvidarla. "También cambió su pasado", reconoce el cineasta Masahiro Kobayashi (Tokio, Japón, 1954), que el pasado domingo presentó en la quinta edición del Festival Cines del Sur su último trabajo, Haru tono tabi (Haru'sJourney).

Kobayashi terminó pocos meses antes del tsunami, que se ha convertido para él en una referencia temporal ineludible, las escenas finales de su película. Lo hizo en Kesen-Numa, una ciudad hoy casi convertida en lodo y escombros, un lugar "lleno de vida" que ahora es un desierto al que los supervivientes quieren regresar, aunque el gobierno japonés no lo permita por el momento.

A comienzos de 2010, Masahiro Kobayashi se propuso rodar una película que hablara sobre la vejez, sobre la forma en la que mueren muchos ancianos en Japón, abandonados y solos, como si la modernidad los hubiera sentenciado al olvido. "En Japón los ancianos están muy desprotegidos. Muchos de ellos mueren solos. Incluso se descubren sus cuerpos meses después. Además, hay muchos suicidios. No existe una seguridad social que los proteja", explica. Ese es o era el eje central de su película. Su protagonista,Tadao, un pescador de Kesen-Numa, se ve obligado a dejar de trabajar.

Entonces comienza a depender económicamente de su hija y después de su nieta, Haru. Ya al final de su vida, el cierre de la escuela de primaria en la que trabaja la nieta como profesora fuerza una situación desesperada. Ella quiere marcharse a Tokio y él se da cuenta de que es un estorbo. "He querido realizar una versión moderna de un tema muy tradicional en Japón, como es la separación de los jóvenes y los ancianos", explica Kobayashi, que recorrió toda la costa este de Japón en busca de escenarios en los que grabar su película.

"Finalmente me decidí por Kesen-Numa, donde ya había grabado un trabajo anterior, y donde me compré una casa en la que pasaba temporadas", explica en un pasado que se vuelve leve, mientras dobla una gorra gris que tiene en sus manos o juega con sus largas uñas, como tratando de espantar la atención de una historia que le resulta dolorosa.

El director, acostumbrado a las entrevistas y a las ruedas de prensa, premiado en tres ocasiones en el Festival Internacional de Cannes, parece tímido. Habla en voz baja, con la mirada perdida, como si dialogara con sus fantasmas. Esos mismos fantasmas que pasan por Haru tono tabi y que se han quedado allí, porque ya no podrán volver a recorrer Kesen-Numa, ni salir a pescar, ni, en el mejor de los casos, regresar a sus casas.

"Muchos han muerto. Otros han perdido sus casas y ahora se encuentran en campamentos para refugiados. El gobierno japonés ha comenzado la construcción de viviendas provisionales lejos del mar, pero ellos quieren regresar a la ciudad. Hay un vínculo inexorable entre las personas y su tierra. Después de una tragedia tan enorme quieren reconstruir la ciudad en el mismo lugar. Es algo muy significativo de la condición humana", explica Kobayashi.

Lo quiera o no, la tragedia del tsunami ha marcado su película por muchos motivos. En primer lugar por tratarse de uno de los últimos retratos de la vida de los pescadores antes de que la ola lo arrasara todo. Luego también está la simbología, esa escena en la que se habla de dos tsunamis anteriores en el mismo lugar... "Me documenté mucho sobre aquello. Me sorprendía que la aldea se hubiera levantado de nuevo en el mismo lugar en el que décadas antes una ola acabó con todo. Hoy la historia es la misma. Parece ser que no hemos cambiado tanto", añadió.

Kobayashi, que compite con este trabajo en la sección oficial del festival, se decantó por la presentación en España dentro del festival granadino porque sabe que se trata de un público "que va a entender muy bien la película". De hecho, es en Europa donde ha logrado un mayor reconocimiento. En 2007, The Rebirth fue presentada en la segunda edición de Cines del Sur y posteriormente obtuvo tres premios en el Festival de Locarno.

Pese a que sus películas tienen un importante componente social, el cineasta no quiere definirse como un autor "comprometido". "No creo que sea mi misión la de denunciar diferentes conflictos sociales. Simplemente me interesan las emociones humanas, son el centro de mi trabajo. Al centrarme en ellas se producen mensajes sociales pero no de forma muy obvia. Es la confrontación entre las personas y las contradicciones aquello que está reflejado en mis películas".

En Haru tono tabi, que se desarrolla bajo la fórmula de una roadmovie, el retrato sentimental se va convirtiendo poco a poco en un melodrama. El acercamiento de sus dos personajes principales sirve para desentrañar algunos de los valores esenciales de la cultura japonesa, como es el caso de la piedad filial. "Se trata de un conflicto muy duro para los dos, muy difícil de superar. Es un conflicto universal que sucede en todo el mundo y en todas las culturas", concluye.

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