viernes, 3 de junio de 2011

El gran Cabú/cuento corto.

EL GRAN CABÚ


Por: Mary Bermúdez


En el pequeño pueblo de Santa Teresa, de donde soy originario, tiempo atrás llegaba un circo con apenas unos cuantos animales mal alimentados, dos payasos con trajes raídos, entre otras atracciones. Así que fue una gran novedad cuando en 1985, el mismo año del terremoto en la Ciudad de México, anunciaron que el circo llegaría con EL GRAN CABÚ.

Estaba ya listo para la función, cuando llegaron mis amigos para irnos juntos; nunca fui de talla grande, por el contrario entonces era más bien menudo, desgarbado así que enfundado en mi short de gabardina caqui, parecía mas un mosquito, que un niño de 8 años, salí de la casa corriendo.

Una vez en el circo, mirábamos posters dibujados en donde aparecía EL GRAN CABÚ, hasta entonces, nunca habíamos visto un “cerdo” de tal tamaño y color… nos parecía increíble.

El presentador salió habló y habló, durante un tiempo que nos se nos hizo eterno, entre las actuaciones de payasos, monos con falditas, una mujer extremadamente gorda, mucho pero mucho más que la tía Clara; eso ya es mucho decir. Por fin la voz ronca del presentador, anunciaba la próxima aparición de CABÚ.

Sentí como si las hormigas de todo el pueblo llevaran a cabo una batalla en mi estomago, la expectativa, la espera estaba a punto de terminar, todos los niños nos agolpamos al limite de la pista casi sin parpadear, como un enamorado ve a la dueña de sus sentimientos andar hacia él. –Todos atentos, al fondo podíamos percibir extraños ruidos y mucho movimiento.

Tuvimos un gran sobresalto cuando las luces se apagaron de pronto, mientras de fondo sonaba un redoble de tambores. Las cortinas se abrieron y apareció Cabú, caminaba al lado de una bella mujer con vestido rojo.

Cabú era del tamaño casi del vocho de Don Ignacio, el viejo dueño de la farmacia, el color de su piel era como el de las piedras de río, con ligeros toques más claros en la parte de abajo, sus pesuñas eran muy diferentes a cualquiera que haya visto antes, estaban coronadas por uñas en forma de trompo, su hocico enorme llegaba casi hasta sus pequeñas y desproporcionadas orejitas en forma de cuchara.
E
ntre el publico, se escuchaba un murmullo ahogado pero persistente, le vimos caminar y aún no creía que fuera posible que existiera semejante criatura.
En las bocinas se volvió a oir al presentador:
-

Niños! Necesitamos a un voluntario para dar una paseo sobre CABÚ. ¿Quién será el valiente?.....

Un silencio se hizo de inmediato, después risitas nerviosas comenzaron a oírse mientras, la bella mujer del traje rojo caminaba cerca de nosotros, buscando con la mirada al valiente voluntario.

Todos nos arrímanos más cerca del límite de la pista, en un ligero vaivén; éramos una masa homogénea y rítmica de cabecitas, como una gelatina al golpearla con una cuchara.
D
e reojo vi a Noé y Héctor acercarse a mí; los clásicos abusadores, sin embargo y a decir verdad no les di mucha importancia…. ¡Gran error!!. Me distraje murmurando con Carlitos, lo raro pero maravilloso que nos resultaba Cabú.
De pronto sin saber como, me vi al centro de la pista del circo, con los aplausos y gritos desbordados por parte del público, pero principalmente de Noé y Hector, quienes aprovechando mi delgadez y distracción me empujaron , convirtiéndome así en el valiente voluntario que esperaba la función.

Fue así como adquirí mi apodo actual El Cabú, no omito entonces mencionarles que fui montado por la dama del vestido rojo, sobre el animal aquél, tocando su dura y húmeda piel , dimos una vuelta por la pista, hoy después de 25 años sé que el GRAN CABU, no era un cerdo, sino un pequeño hipopótamo.

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