domingo, 5 de junio de 2011

El triste fin de Berlusconi.

El triste fin del Cavaliere Berlusconi
Guillermo Almeyra

Silvio Berlusconi, el hombre más rico de Italia y zar de la televisión y de los medios de comunicación, entre tantas otras cosas, está en el momento más difícil de su carrera empresarial y política que comenzó, según las acusaciones que se le hacen, como prestanombres de la mafia en el ramo de la construcción y como protegido del gran corrupto y corruptor Bettino Craxi, quien debió morir en el exilio para no acabar sus días en una cárcel italiana.

En efecto, Berlusconi enfrenta procesos por corrupción, desvío de fondos, abuso de poder, promoción de la prostitución, corrupción de menores, prevaricación y negocios fraudulentos, y varios otros delitos, y si perdiese la inmunidad derivada de su cargo de primer ministro (y de leyes ad hoc votadas por sus servidores para mantenerlo fuera de los tribunales) podría ir a la cárcel o seguir el camino al exilio emprendido por su precursor y padrino Bettino Craxi.

Berlusconi había transformado las elecciones municipales recientes en un referendo sobre su gobierno y su propia persona, pues esperaba un triunfo importante. Pues bien, esas elecciones fueron precisamente eso, un referendo, pero en el que fue repudiado y condenado porque, a pesar de que el primer ministro utilizó al máximo su control sobre la televisión privada (de su propiedad) y de la pública (la RAI), que controla mediante sus servidores, y llenó las pantallas con sus llamados y su imagen, el gobierno perdió el control de ciudades como Nápoles, Turín, Milán, Cagliari, Trieste, Novara, Bolonia, Arezzo, así como las de la Toscana o Arcore, la urbe de residencia de Berlusconi y el lugar donde realiza sus orgías, las famosas bunga-bunga, entre otras faltas menores.

En el norte, bastión de la Liga Norte, su aliado principal, autonomista, racista y xenófobo, y en el sur, donde el voto conservador y fascista siempre fue importante, arrasó un centroizquierda renovado por lo menos en lo que respecta a sus candidatos, pues en vez de los viejos representantes de los partidos presentó figuras nuevas y más jóvenes, con un discurso democrático más de izquierda que en el pasado. Los votantes desoyeron así las advertencias de Berlusconi de que si el centroizquierda ganaba en Milán la ciudad se convertiría en una “gitanópolis” llena de mezquitas y en refugio de inmigrantes y homosexuales.

Una ciudad rica y de clase media acomodada y conservadora –Milán– que controlaba la derecha desde hacía 20 años, votó contra Berlusconi, tal como lo hizo parte importante de empresarios y financieros, de la Iglesia católica, de la prensa conservadora, como Corriere della Sera o también el romano La Repubblica, y de los votantes plebeyos de la Liga Norte, todos los cuales ven que un aventurero y un maniático sexual sin escrúpulos ni ideas no garantiza nada a nadie, ni siquiera al capitalismo italiano.

Como resultado de este tsunami político, la Liga Norte está a la defensiva y debilitada; está en crisis la alianza entre ella y Berlusconi, porque los del norte ven que el primer ministro les hace perder apoyo popular y, en consecuencia, coquetea ahora con los ex comunistas de derecha que integran el Partido Demócrata y que les tienden puentes y ofrecen acciones comunes olvidando la xenofobia y el separatismo de los leguistas. En el ganador centroizquierda, igualmente, hay una crisis entre el Partido Demócrata y un electorado de clases medias y popular más radicalizado, el cual ha neutralizado o incluso ganado sectores populares que antes votaban por Il Cavaliere.


Éste está más aislado que nunca también en el plano internacional, a pesar de que aún existan gobernantes, como la presidenta de Argentina, que dicen con sorprendente superficialidad que Italia es un “modelo para mirar e imitar”, porque ignoran que la economía de las empresas medias del norte se apoya en la desregularización sindical, la xenofobia, los salarios en negro y el trabajo familiar italiano superexplotado, así como en la exportación de capitales y fuentes de trabajo a los países de Europa oriental.

Berlusconi, quien aún no se ha repuesto del golpe recibido, ahora tendrá que enfrentar los días 12 y 13 de este mes una serie de cuatro referendos que llaman, sobre todo, a derogar la promoción de la energía nuclear, impedir la privatización del agua y poner trabas a la discrecionalidad del gobierno en la utilización de fondos públicos, o sea, que se oponen particularmente a dejar el territorio y la salud en manos del capital volviendo a introducir la energía nuclear que fue prohibida ya hace casi un cuarto de siglo y a regalar al gran capital un recurso natural de todos como el agua. La única posibilidad de que Berlusconi no sea nuevamente aplastado por el voto opositor reside en la eventualidad de que los sufragios no lleguen a representar el cincuenta por ciento del padrón.

Pero la oposición está motivada y movilizada, además de entusiasmada, por la posibilidad de reforzar su conquista en las municipales con otra derrota política de Berlusconi que precipite la crisis en la coalición gobernante y obligue a Il Cavaliere a convocar elecciones anticipadas porque, si se empecinase a llegar al plazo legal, en 2013, la situación económica y política podría serle aún más desfavorable.

Habrá que esperar pues, hasta mediados de junio para ver si el gobierno de Berlusconi, herido, se sostiene un poco más, si por el contrario cae o si decide sumir al país en el caos para preservar el poder (y su libertad personal) según el principio que inspiraba a Luis XIV: “Después de mí, el diluvio”.

La suerte de Il Cavaliere, como siempre, no depende sólo de la voluntad del electorado o de los cálculos de sus aliados racistas y reaccionarios, sino también de la pusilanimidad y el oportunismo de los dirigentes del Partido Demócrata y del centroizquierda, que temen ser barridos por su propia victoria.

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