lunes, 13 de junio de 2011

Es más difícil satirizar a Italia que a Suecia.

Es más difícil satirizar a Italia que a Suecia"


Con el pasaporte de su mujer y el carné de identidad caducado desde hacía cuatro años, Niccolò Ammaniti (Roma, 1966) intentó salir airoso en la aduana del aeropuerto de Roma con la excusa de que era escritor y tenía que ir a Barcelona para presentar su novela. Podría haberse quejado de cómo era posible que esa policía no le reconociera, a él, traducido a 44 idiomas, galardonado con los prestigiosos Stregga y Viareggio...

Podía haber utilizado, en fin, la táctica de su Fabricio Ciba, archifamoso autor de best seller invitado a la fiesta del siglo de Italia organizada por el especulador constructor Sasà Chiatti. En plena Villa Ada de Roma monta, como si siguiera los pasos de las francachelas bunga-bunga de Silvio Berlusconi, safaris con tigres y elefantes para goce de sus huéspedes.

En 'Que empiece la fiesta' parodia una juerga berlusconiana con safari incluido
Todos están convocados en Que empiece la fiesta (Anagrama; Angle, en catalán), una cáustica comedia italiana, con la que retoma su presencia en las librerías españolas tras dejar a Mondadori. La dureza de su libro anterior, Como Dios manda, le llevó a plantearse un divertimento que el editor Jorge Herralde no duda en calificar de "una de las mejores sátiras sobre la Italia de Berlusconi y uno de los tres libros más divertidos que he publicado, tras La conjura de los necios y Wilt".

"No crea, es más difícil hacer sátira hoy de la Italia de Berlusconi que de Suecia; los personajes reales superan cualquier parodia; creí que había hecho una fotografía deformada y viendo las fiestas de Berlusconi me doy cuenta de que soy un escritor realista y minimalista", expone. Sus seres son, pues, muy contemporáneos. "Es gente que tiene miedo a perder poder, éxito; esto es muy común hoy; lo tragicómico es su resistencia a abandonar ese punto de famoseo".

¿Es eso lo que les lleva a un patético infantilismo? "Eso es por la creencia de que cuanto más infantil y desinhibido es uno más creativos somos; es una ley que se impone. Hace tiempo que pienso que falla por doquier la ética: si te equivocas no hay responsabilidad alguna por ello, hemos pasado de suicidarte cuando perdías tu patrimonio familiar a que una cosa así sea hasta divertida... La gramática de los sentimientos ha mudado completamente".

La criatura que a Ammaniti más le gusta de su particular circo (amén de ese escritor que refleja "mis pulsiones más horribles, como el miedo a los nuevos escritores emergentes" y en el que en Italia querían ver a un álter ego de Alessandro Baricco) es el cocinero estrella búlgaro, tan chulesco como santón. "Estos chefs son la prueba de que el mercado lo va probando todo hasta encontrar algo de éxito, dónde y cómo sea". Un mercado que lo devora todo, especialmente el patrimonio público, una metáfora que en la novela protagoniza la Villa Ada, propiedad del constructor, "tan falto de principios como Berlusconi", refuerza. "En Italia estamos intentando vender hasta los museos, el problema es que no nos los compra nadie".

Ammaniti ve una luz al final del túnel en hechos como el vuelco electoral en Milán y Nápoles: "Es tan positivo que hasta me parece inquietante; es como si un virus fuera contagiándose entre gente encantada y se fuera despertando; como si la flauta del flautista dejara ya de hipnotizar". ¿Y el movimiento del 15-M? "Sí, está la crítica del poder omnívoro mediático y la crisis económica, pero lo que la gente demuestra con esas manifestaciones es que es tremendamente infeliz, sea de derecha o de izquierda". La guerra de Ammaniti es, ahora, individual: está con la adaptación cinematográfica de su última obra, Yo y tú, nada menos que con Bernardo Bertolucci y en 3D.

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