lunes, 20 de junio de 2011

La fotografía arreglada.

Del "romanticismo" de la imagen estática
La fotografía de dos enamorados besándose en medio de unos disturbios en Vancouver recuerda a la mítica instantánea de Robert Doisneau

Una pareja se besa en Vancouver en plena jornada de disturbios callejeros por el resultado de un partido de hockey sobre hielo Rich Lam / Getty Images
Hace unos días, la foto de una pareja besándose durante unos disturbios en Vancouver dio la vuelta al mundo. Según las primeras interpretaciones de la instantánea, los jóvenes, ajenos a las cargas policiales, estaban dándose un apasionado beso.

Poco duró el romanticismo. Aunque la imagen corrió como la pólvora por las redes sociales, ni siquiera su autor Rich Lam, de la agencia Getty Images, pudo asegurar si se trataba realmente de un beso u otra cosa. Parece ser, por otra fotografía tomada desde un ángulo diferente, que la chica recibió un golpe y cayó al suelo, y justo después su novio aterrizó encima de ella.

Lo ocurrido, que invita a pensar en un relato que va mucho más allá del momento congelado, recuerda a la fotografía más famosa de Robert Doisneau, El beso del Hôtel de Ville. La pasión de un momento congelado, fuera del tiempo y el contexto.

La historia de esta instantánea, que ha decorado miles de hogares desde que se realizó en 1950, es igual de rocambolesca. El fotógrafo francés buscaba material para un encargo de la revista estadounidense America's Life, que acabaría en una serie denominada "Besos".

La supuesta espontaneidad de dos enamorados, que muestran su amor frente al ayuntamiento de París, se acabó convirtiendo en un símbolo del romanticismo que traspasó todas las fronteras posibles. El misterio que desprende la imagen, el encuadre, la luz, parecía el efecto de la mirada de un fotógrafo que estaba buscando un gesto no premeditado.

Y se creyó así durante muchos años. Hasta que se demostró – el propio Doisneau lo reconoció - que los dos protagonistas eran en realidad estudiantes de arte dramático, Françoise Bornet (que acabaría vendiendo una copia por 155.000 euros a un coleccionista suizo) y Jacques Carteaud.

Demasiado éxito. Se vendió – y se sigue vendiendo - cientos de miles de copias anuales. Así, en 1992 El Beso fue llevado a juicio por una pareja que aseguraba haberse reconocido en la imagen, y que reclamaba una parte de las ganancias. No fueron los únicos. Mujeres y hombres de todo el mundo decían que eran ellos los que besaban así, y Doisneau tuvo que desvelar el secreto mantenido durante tanto tiempo. Mostró toda la serie, donde se reconocía a los mismos actores, en distintos puntos de la ciudad.

El fotógrafo francés aseguraba entonces que "se nota que es fruto de una puesta en escena, que se besan para mi cámara". Pero, en este caso, como en el de Vancouver, parece que la verdad no está en los hechos mismos, sino en aquello que provoca la imagen. Y es que la ficción también nos explica qué queremos ver cuando miramos. Es un espejo, o una trampa

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