jueves, 30 de junio de 2011

Los varones y el papiloma.

Señores: vacúnense también contra el virus del papiloma"
En los años setenta y contra el consenso imperante, Zur Hausen defendió que determinados virus causaban cáncer. Y durante siete años mantuvo a su equipo en esa línea hasta que llegaron los resultados que hoy salvan vidas. Ahora previene a los jóvenes investigadores contra la obsesión por publicar enseguida, ya que les hace renunciar a cuestionar las convenciones del establishment.

El doctor reivindica la investigación ante el cuerpo facultativo del hospital del Mar, que ya sufre los recortes presupuestarios: "Incluso con pocos medios, investigar es igual de posible y aún más necesario. Alemania crece hoy porque antaño lo tuvo presente y mi amiga la canciller Merkel nos sigue teniendo muy en cuenta".

He dedicado mi vida a investigar qué agentes infecciosos pueden causar determinados cánceres humanos.




No se creía que los virus pudieran causar cáncer.

Pero yo tuve esa idea desde estudiante y empecé a buscar evidencias epidemiológicas: encontré estudios ya de 1842 que probaban que el cáncer de cérvix estaba estadísticamente relacionado con contactos sexuales y fueron apareciendo otras evidencias...


Las monjas parecían sufrirlo menos.

Cuando ya pude formar mi propio equipo, seguimos trabajando en esa línea y vimos que ocasionalmente las verrugas genitales se podían transformar en cáncer. Estuvimos siete años buscando pruebas de la relación de los virus del papiloma y el cáncer hasta que en 1983 y 1984 logramos aislar dos cepas y publicar los resultados.




Que hoy salvan vidas.

Que contribuyeron al desarrollo de vacunas que hoy salvan vidas. Pero lo digo sin ninguna complacencia. Discrepo de muchos colegas que creen que ya sabemos mucho sobre el cáncer: sabemos poquísimo y deberíamos saber mucho más a estas alturas.




La vacuna ha sido cuestionada.

Sin ninguna base científica. Se dijo que era poco efectiva y que tenía efectos secundarios indeseables. Pues bien: puedo aportar estudios sólidos que demuestran estadísticamente que la vacuna causa esos efectos indeseables en menos ocasiones que la mayoría de las vacunas más comunes.




¿Por qué se han exagerado, entonces?

Primero por causas culturales. Tenga en cuenta que es una vacuna contra virus que se transmiten sexualmente y muchas sociedades no admiten siquiera la posibilidad de que una joven tenga relaciones.




Así que desacreditan la vacuna.

Y también ha habido desinformación en algunos sectores sanitarios que han ignorado las evidencias científicas.




Dicen que ya tenemos el Papanicolau para detectar tempranamente tumores.

Y gracias a ese test se practica cirugía que evita el 70% de los cánceres, pero es que, de haberse vacunado, las pacientes ya no la hubieran necesitado. En España no hay una tasa alta de cáncer de cérvix, pero sí de infecciones relacionadas que podrían evitarse con la vacuna. De hecho, los hombres deberían vacunarse también.




¿Por qué?

No sólo para proteger a las mujeres con las que mantendrán relaciones sexuales y ejercer así la solidaridad entre sexos, sino también para protegerse ellos mismos de algunos virus que causan ciertos tipos de cáncer que sufren más a menudo los varones.




¿Cuáles?

El de ano y el orofaringeo. Pero la vacuna les evitaría, además, las verrugas genitales –condilomas– que aparecen en ambos sexos con relativa frecuencia, son muy desagradables y si se extirpan recidivan a menudo.




Si se pudieran evitar, mucho mejor.

Se pueden evitar. Es totalmente posible erradicar estas infecciones con una vacunación universal.




También se ha criticado el alto coste de esas vacunas.

Ese es otro problema. Para empezar, aclararé que no cobro ni un centavo de ninguna multinacional farmacéutica.




Le creo.

Es cierto que la vacuna es cara, pero también que podemos conseguir que sea más barata cada vez.




Una vacuna que evita contraer varios tipos de cáncer puede tener su precio.

Además, seguimos investigando otras relaciones de cánceres muy extendidos con determinados agentes infecciosos.




¿Comer carnes rojas, por ejemplo, incrementa el riesgo de cáncer?

Es una muestra de esa relación entre agentes infecciosos y diversos tipos de cáncer. Investigamos la posibilidad de que existan determinados virus en el ganado vacuno que sobrevivan a los procesos de cocción, especialmente si no alcanza los 100 grados centígrados. Eso explicaría el incremento del cáncer colorrectal en grandes consumidores de vacuno como Argentina.



Le veo en forma, doctor.

Sigo investigando y reuniéndome con equipos jóvenes de científicos: es estimulante para mí y espero que para ellos también.



¿Qué les aconseja?

Que mantengan el espíritu libre de convenciones y se resistan al dogmatismo.



¿Hay peligro de dogmatismo en ellos?

Cuando yo empecé a investigar, estuve un par de años desconectado, un poco por libre. Odiaba esa situación y hubiera preferido estar ya enfocado en algo muy concreto, pero la verdad es que me permitió después escapar de las convenciones e iniciar una línea de trabajo original.



¿Hoy los ve demasiado encarrilados?

Hoy los jóvenes talentos sufren una presión enorme para publicar resultados en revistas científicas cuanto antes mejor.



Es el modo de situarse.

Esa presión les obliga a encuadrarse enseguida en equipos ya muy concentrados en una línea. Y así nos estamos perdiendo diversidad investigadora.



¿Cómo evitarlo?

No deberían ser tan resultadistas al principio. Un investigador también necesita tiempo para reflexionar, encontrarse a sí mismo y cuestionar lo que se está haciendo. Yo lo hice y después tuve suerte.

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