viernes, 3 de junio de 2011

Madres adolescentes.

Madres adolescentes
Gabriela Rodríguez


Ser madre adolescente es un signo de exclusión social: representan el sector femenino de las ninis. La oportunidad de concentrarse en estudiar y formarse bien durante la segunda década de vida tendría que ser un derecho humano. Hay que impulsarlo ahora que nuestra Constitución reconoce por primera vez los derechos humanos para todas las personas, porque sacar generaciones bien preparadas es una palanca para superar la dependencia y el subdesarrollo.

Ni siquiera es universal el acceso a la educación secundaria en nuestro país: aunque desde 1993 es obligatoria, una tercera parte deserta antes de terminar ese nivel. De acuerdo con un estudio realizado por el CRIM con adolescentes que viven en municipios marginados, las razones de abandono escolar son diversas: 24.5 por ciento por no tener recursos económicos; porque ya no les gustó estudiar, 22.3; porque hay que trabajar, 11; por matrimonio, 14.1, y 1.7 por ciento abandonó la escuela por embarazo (Ana María Chávez Galindo et al., Diagnóstico nacional sobre el rezago educativo que presentan las madres jóvenes y las jóvenes embarazadas en relación con la educación básica, CRIM-UNAM, 2010).

Las restricciones del sistema educativo y del mercado laboral condenan a la frustración a millones de adolescentes que viven en zonas rurales y urbano-marginales. Sus actividades son muy diferenciadas por sexo: ellas se dedican a los quehaceres del hogar y a cuidar niños, propios o ajenos; de ellos se espera que generen ingresos, pero son chicos con fracasos escolares y frustraciones laborales.

Setecientas mil adolescentes han optado por embarazarse, sus padres las empujan a casarse jóvenes para disminuir la carga familiar. El abandono escolar antecede al embarazo: no dejan la escuela por un embarazo sino que dejan de estudiar para unirse o casarse y tener hijos.

Iniciar la vida sexual entre los 15 y 19 años es una práctica global en todos los estratos económicos, antes ocurría a edades menores, como todavía ocurre en las zonas marginadas. La mitad de las mujeres mexicanas se inician antes de cumplir 20 años y la proporción de hombres es mayor, aunque con motivaciones distintas: la procreación no es la principal meta para tener sexo, las chicas se inician por espontaneidad, romanticismo, amor y por necesidad de compañía; los hombres refieren un impulso irreflexivo, por placer y satisfacción sexual.

Entre las adolescentes que se embarazan, cerca de la mitad no lo deseaban, son quienes quieren seguir estudiando las que enfrentan embarazos no deseados, chicas con mayores expectativas. Se embarazan porque tienen confusiones: creen que no se pueden embarazar en un solo encuentro sexual, desconocen la etapa fértil de su ciclo menstrual, no traen anticonceptivos porque temen ser descubiertas por sus padres, sienten que se pierde espontaneidad y otras tienen parejas que no usan o no quieren que ellas los usen.


El estudio incluye una encuesta a estudiantes de las secundarias de municipios marginados de Chiapas, Guerrero, Oaxaca, San Luis Potosí, Veracruz y Tamaulipas. Realizan trabajo remunerado además de estudiar, 8.6 y 27 por ciento de las y los estudiantes, respectivamente.

El 80 por ciento ha recibido educación sexual en la escuela, aunque de calidad cuestionable: saben que el condón previene embarazos e infecciones de transmisión sexual pero tienen muchas confusiones respecto al funcionamiento y uso de los métodos anticonceptivos: 90 por ciento no sabe cómo utilizar las pastillas, la mitad cree que las deben tomar cada vez que se tienen relaciones, desconocen cuándo se usan los inyectables y tampoco saben cómo practicar el ritmo.

El 75 por ciento utilizarían la píldora de anticoncepción de emergencia, sin saber bien a bien su uso. La tercera parte está de acuerdo en que aborte una mujer embarazada por violación y más de la mitad cuando la vida de la madre está en peligro o tenga sida. A menor edad hay mayor aprobación y se recurre más a Internet para buscar información. La mayoría desea dos a tres hijos, excepto las que ya son madres, éstas dicen que uno es suficiente.

La falta de acceso a una educación sexual de calidad, a los anticonceptivos y a servicios de salud reproductiva en zonas de rezago social propicia una percepción casi fatal entre tener sexo, casarse y tener hijos. Sólo así se explica que la posibilidad de un embarazo sea la razón para que 70 por ciento de ellas y 45 de ellos desaprueben las relaciones sexuales antes del matrimonio, aunque sabemos que “la calentura” les ganará antes. Perder la confianza de los padres es otra razón para rechazar las relaciones premaritales en la mitad de los casos, en tanto que sólo 14.6 por ciento de las estudiantes refiere razones religiosas.

Tener acceso a una educación media y superior de calidad, a una sexualidad libre y plena, a ser madre o padre cuando se quiere y se tienen las condiciones, tendrían que ser derechos humanos y no lujos de clase.

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