sábado, 11 de junio de 2011

María Schneider, pianista genial.

"Mi vecino golpea la pared cuando toco el piano"
Maria Schneider, pianista, que actuará en octubre en Barcelona: "No siento que me vean como algo raro, se olvidan de que al frente hay una mujer" | "No sé si la música ordena mi mente o si hay algo en ésta que alienta ese sonido"

Veteranía y juventud Hay algo que no se puede plasmar en esta entrevista. En ocasiones, Maria Schneider (Windom, Minnesota, 27 de noviembre de 1960) apostilla sus respuestas interpretando al piano una de sus creaciones.

La escena resulta magnífica. Esta mujer, de apariencia juvenil, extrae un sonido extraordinario, pese a que el teclado carece de cola. ¿Y dónde meter la cola en este apartamento?

El piso en el Upper West Side de esta estrella jazzística, una de las más galardonadas compositoras y directoras de banda, responde a los cánones (mayoritarios) de Manhattan. "Perdona el desorden", saluda al abrir la puerta.

El lugar, sin embargo, es acogedor, cálido. Se acumulan libros, plantas, fotografías, cuadros pintados por su hermana, una ventana por la que se cuela el canto de los pájaros –le entusiasman, se define como bird person– y también el retumbar de aviones o de bocinas y sirenas. Y el piano, claro, aunque esta vez no habrá acompañamiento de percusión, como en breve se entenderá.

Hace casi tres décadas que dejó su mundo rural y se instaló entre los rascacielos.
Amo Nueva York, aunque cada vez es más ruidosa.

Así es esta ciudad...

Lo sé. Hace siete u ocho años, en esta zona había menos gente y menos ruido. Definitivamente, es algo cada vez peor. Como el Ayuntamiento necesita recaudar más dinero, yo pondría 1.000 dólares de multa por tocar el claxon. Sería bastante mejor.ç

¿Le molesta ese ruido a la hora de componer?

No. El problema es mi vecino. ¡Ese vecino! (y señala a la pared). Vivo en este apartamento desde 1993 y él llegó en otoño. Golpea en la pared cuando toco, para que pare. Le molesta.

¿Cómo dice?

(Se levanta y, de pie, desliza los dedos por las teclas. Sale un rumor hermoso) Cuando toco así, da igual que sea una tarde de sábado, aporrea la pared. Estoy en proceso de buscar un sitio fuera de Manhattan para los fines de semana y ensayar en paz.

Supongo que no sabe quién es usted, que la gente paga por verla y disfrutar su música...

No lo sabe. Hubo una vecina, en el piso de abajo, que era violinista y tenía un cuarteto de cuerda. Me encantaba escucharles.

Tal vez cada vez los ciudadanos somos más intolerantes...

Ya sé que vuelve del trabajo, que ha sido un día muy estresante... Ensayo todos los días hasta las diez de la noche. Pero esto está permitido en Nueva York. El tiene un perro y ladra, y se gritan el uno al otro. También lo oigo discutir con su madre por teléfono. Nunca había visto a nadie que se quejara por esto en Nueva York, nunca. No sé que hacer.

A lo mejor le consuela pensar que el día 12 (es decir, hoy, la charla se produjo el pasado domingo) estrena en el Ojai Festival (California) su segunda orquestación para la soprano Dawn Usphaw. En la primera, aclamada en el Carnegie Hall neoyorquino, se inspiró en el poeta brasileño Carlos Drummond. En esta segunda –también participa la Australian Chamber Orquesta– ha bebido de Ted Kooser y su 'Winter Morning Walks'. Un hombre del medio oeste, como usted. ¿Le inspira o fue difícil crear a partir de poemas?

Hago música instrumental y, de repente, me tuve que enfrentar a esto. Sucede que es fácil si amas la poesía. Te da el ritmo.

¿Supone un gran cambio respecto a su proceso habitual?

Lo que hago a menudo es sentarme al piano y buscar sonidos. Entonces escribo y descubro algo que está conectado con esa música. No sé si la música ordena mi mente o si hay algo en la profundidad de mi mente que alienta ese sonido. Por lo general, nunca me pongo a escribir con una idea, sino que voy como si fuera una página en blanco. Es algo que sale de dentro y de lo que no era consciente hasta ese momento.

Otro consuelo frente a su vecino 'percusionista': el 20 de octubre inaugurará el festival de jazz de Barcelona...

Sí, en el teatro más bonito del mundo, en el Palau de la Música.

...y recibirá la cuarta medalla de oro de esta institución. Le precedieron Bebo Valdés, Wayne Shorter y Sonny Rollins...

¡Dios! No me lo puedo creer. Son tres de los más grandes.

...y será la primera mujer.

No siento que la audiencia me vea como algo raro. Alguna vez me ha venido una mujer y me ha dicho que estaba impresionada, que le encantaba que dirigiera a todo un grupo de hombres. Pero los comentarios habituales proceden más por el lado espiritual de la música. Se olvidan de si adelante había una mujer. El público se queda con la música.

Que una mujer componga y mande en una banda con 18 músicos es poco frecuente.
El jazz empezó siendo una cultura que no se aprendía en la escuela sino en los clubs, de noche. Era un mundo de hombres, bares, drogas. No era un estilo de vida que atrajera a mujeres. Ahora el jazz se enseña en la escuela y cada vez hay más mujeres.

Usted lleva unos cuantos años. Dejó la América profunda para ir al liberal Nueva York.

Mi contexto es muy diferente. Windom es un pueblo pequeño, pero mi profesora fue una mujer que salió de Chicago por una situación desesperada. Me enseñó música clásica y jazz, aunque yo no conocía la tradición del jazz. Al llegar a la universidad seguí aprendiendo sin darme cuenta de que era un mundo de hombres. En Nueva York empecé en una banda con mi marido. Al romper fundé la mía propia. Cuando hice mi primer disco, un crítico me preguntó cómo era la vida de una mujer en el jazz. Esa fue la primera vez que pensé en esto.

¿Un signo de normalidad?

Otra cosa es que somos tres hermanas. Mi padre no tuvo un niño y yo era la tercera. Con ocho años (muestra una foto, las que ha preparado para el memorial de su padre, fallecido hace poco) yo tenía mi escopeta y, desde muy pequeña, viví rodeada de hombres y me sentí a gusto.

¿Era cazadora?

De patos y gansos.

Pero...

Ya no me gusta matar pájaros. Ahora incluso trato de escribir una pieza inspirada en el canto de un macho destinado a su hembra, que no le responde porque ha muerto. Si me da tiempo lo estrenaré en Barcelona...
De nuevo, frente al piano, la música acalla las palabras. El vecino, si está en casa, ha quedado sublimado por la belleza.
No hay percusión en la pared.

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