domingo, 18 de septiembre de 2011

El Real Madrid se desquicia.

El Madrid se desquicia
El Levante, guiado por Ballesteros, aprovecha la expulsión de Khedira para crecer y superar al conjunto blanco


Una pandilla con cientos de kilómetros a sus espaldas, una defensa nacida para juntarse y sobrevivir, un grupo orgulloso de sentirse futbolistas cada jornada. Así mantuvo el Levante a raya a un Madrid que volvió a caer en el Ciutat de València, un estadio maldito donde perdió dos puntos el curso pasado. Víctima de falta de oficio para medirse a gente tan experimentada como Ballesteros, que les sacó de quicio primero por su altura defensiva y después por su tendencia a la provocación.

Picó Khedira y el Madrid, pese a su notable arranque, se fue diluyendo. Hasta el punto de que Koné, el atacante marfileño cedido por el Sevilla, se apoderó de los centrales blancos y acabó por retratarlos en una estupenda jugada por la banda de Javi Venta, otro veterano de mil batallas.

"¡A Segunda, a Segunda!"
LEVANTE, 1 - REAL MADRID, 0
Levante: Munúa; Javi Venta, Ballesteros, Nano, Juanfran; Xavi Torres, Iborra; Valdo, Barkero (Suárez, min. 74), Juanlu (Pallardo, min. 84); Koné (Aranda, min. 82).

Real Madrid: Casillas; Sergio Ramos, Pepe, Carvalho, Marcelo (Özil, min. 70); Xabi Alonso, Khedira; Di María; Kaká (Higuaín, min. 59), Coentrao; Benzema (Cristiano Ronaldo, min. 45).

Gol: 1-0. MIN. 67: Koné.

Árbitro: Turienzo Alvarez. (C. Castellano-Leonés). Amonestó a Valdo (min. 37), Ballesteros (min. 40), Iborra (min. 40), Javi Venta (min.42), Xavi Torres (min. 77), Suárez (min. 82), Pallardo (min. 86) por parte del Levante; y a Khedira (min. 25), Di María (min. 40), Pepe (min. 77), Coentrao (min. 94) por parte del Real Madrid. Expulsó a Khedira por doble amarilla(min. 39).

Estadio: Unos 24.000 espectadores en el C. de Valencia.



Un Kaká rejuvenecido, muy poderoso en la zancada y el regate largo, lideró el monólogo madridista en los primeros compases, con un ataque muy variado. El 4-2-3-1 permitía que los tres media puntas, Di María, Kaká y Coentrão, juguetearan, intercambiando posiciones, con la búsqueda permanente de Benzema. El francés también basculaba a un lado y a otro, atrás y adelante, a la caza entusiasta de espacios. De la ensalada de tiros, salió sorprendentemente ileso el conjunto azulgrana, favorecido por la fortuna en los últimos metros.

Las escasísimas posibilidades del Levante pasaban porque su meta Munúa tuviera un gran día. Pero a las primeras de cambio el portero uruguayo puso unas manos tan blandas que dejó un centro sin importancia de Di María a los pies de Benzema, anulado el tanto por fuera de juego. Los porteros suelen lucirse con la abundancia de trabajo, entran en calor y se van sintiendo unos héroes necesarios. Munúa no. Preso del pánico, el arquero volvió a dejar caer otro balón suelto en el área que Benzema desaprovechó. Equipo solidario y de colmillos afilados, el Levante se exprimió para llegar vivo al descanso.

No sin darle algún susto a Casillas gracias a la velocidad de Koné y Valdo y a los envíos en profundidad de Barkero. Ballesteros se marchó al descanso ovacionado por la hinchada granota. Se esperó a que entraran todos los demás jugadores y entró en el túnel de vestuarios precediendo al trío arbitral, recreándose como un torero en los aplausos, consciente de que le había concedido a su equipo una ventaja sustancial. No solo por su aplicación defensiva y un sentido de la anticipación en eterno contraste con un cuerpo voluminoso de 36 años. Sino porque había sacado partido de una tángana al filo del descanso, provocando la expulsión de Khedira.

El mediocentro alemán, muy destacado en el arranque, le empujó cuando el central había acudido a recriminar una entrada a Di María, en el suelo, después de una patada a Juanlu, precedida por un hachazo de este al interior argentino. El Levante apenas podía creérselo. Pese a la pésima actuación de su portero, se marchaba al descanso no solo habiendo resistido el asedio madridista sino, ya con uno más, permitiéndose el lujo de acechar la portería de Casillas.

Molido a golpes por la batalla da Zagreb, Cristiano vio la primera parte en el banquillo. Pero Mourinho entendió que solo alguien como él podría levantar este partido, un choque lleno de trampas y de interrupciones, demasiadas para los intereses madridistas. Por si faltaba algún decibelio, ahí estaba CR7, único punta en la reanudación tras el sacrificio de Benzema.

Coentrão se juntó con Xabi Alonso, pero el Madrid ya no volvería a tener la alegría de la primera media hora, frustrado por el desenlace de la primera parte. Arrastrado por el apagón fulminante de Kaká, que dejó su puesto a Higuaín. Volcado el Madrid, el Levante se encontró con el contragolpe soñado: tres atacantes frente a Pepe. Juanlu se la jugó solo, pero cruzó demasiado el disparo. Mucho más generoso y efectivo resultó poco después Javi Venta, que robó el balón en el centro del campo y corrió por el extremo como en los buenos tiempos en el Villarreal. Al pisar el área, lejos de ponerse nervioso, esperó hasta encontrar el pase preciso al centro. Koné remató seco y elevado por encima de la cabeza de Casillas.

Al Madrid le faltaba generar juego y Mourinho se acordó entonces de Özil. Claro que JIM también dio paso a su Özil de bolsillo, Rubén Suárez, escondiendo el balón como un mago y alimentando a un Koné insaciable después de tanta inactividad en el Sevilla. El Ciutat de València completó el éxtasis cuando vio, en el minuto 90, cómo Ballesteros le ganaba un esprint a Cristiano Ronaldo.

"¡A Segunda, a Segunda!"
Los tres puntos de sutura en el tobillo derecho que se trajo Cristiano Ronaldo de Zagreb, aconsejaron a José Mourinho reservarle en el banquillo del Ciudad de Valencia. La defensa del Levante no iba a tener miramiento alguno con el astro portugués que se siente maltratado por los contrarios, ignorado por los árbitros y vilipendiado por los aficionados de cualquier estadio de la Liga o de la Champions. Para herir la sensibilidad de Cristiano las gradas ajenas a las del Bernabéu pronuncian el nombre de Messi. Además, la hinchada del Levante recurrió a la ironía, a pelo de las declaraciones que hizo Mourinho el sábado avisando de que el objetivo del Madrid es "la permanencia". La grada rugió socarrona, con el 1-0 en el marcador: "¡A Segunda, oé, a Segunda, oé...!".

Seguro que a Cristiano Ronaldo le dolería menos el tobillo herido que el verse en el banquillo inicialmente y no poder contestar en el terreno de juego a Leo Messi, que en la noche anterior consiguió tres goles en la hermosa victoria del Barça ante Osasuna (8-0) y se colocó, con cinco tantos, al igual que Soldado, en el momentáneo máximo goleador del campeonato, uno más de los conseguidos por el delantero portugués en los dos encuentros precedentes. La ausencia de Ronaldo favoreció la entrada de Kaká en el once inicial y propició la salida de Özil.

Kaká duró 58 minutos en el terreno de juego hasta que se le agotó la paciencia a Mourinho que lo envío a la ducha. Fue el primer cambio en la alineación del portugués. Con el ánimo caliente en la grada y en el terreno de juego, Mourinho obvió la herida de Cristiano. Por ello entró también Higuaín y envío a la ducha a Kaká. Todo resultó en balde en un estadio que se le atraganta a Mourinho y al Madrid. El balance general fue de cuatro remates entre los tres palos del levante por dos del Madrid.

"Nos hemos encontrado con una derrota", dijo Miguel Pardeza, el director de fútbol madridista, a Canal+. "El partido ha sido francamente raro. En la primera parte hemos tenido opciones claras de adelantarnos en el marcador pero en la segunda parte, con un hombre menos, ellos han encontrado más espacios. Se ha producido una situación embarullada y han pagado justos por pecadores. Khedira no ha agredido a nadie, sólo ha querido socorrer a un compañero".

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