domingo, 18 de septiembre de 2011

España. Dos veces gigante.

Dos veces gigantes
España, de la mano de Navarro y Calderón, revalida el título con una solvencia inalcanzable para Francia

La generación de Pau Gasol, Calderón, Navarro y compañía lo resiste todo, es inoxidable, inexpugnable. Cuando ese equipo al completo parte en misión como lo hizo en el Mundial de hace cuatro años, en el Europeo de hace dos y en la defensa de la corona esta vez en Lituania, no existe selección que le aguante el tirón.

No resistió ni siquiera la pretendida mejor Francia de todos los tiempos, otro equipo cuajado de grandiosos jugadores, cinco de la NBA, uno de ellos genio y figura como Tony Parker, y otros titulares y destacados en la mejor liga del mundo como Noah, Diaw o Batum.

La estrella del capitán
Rusia, bronce ante Macedonia
ESPAÑA, 98 - FRANCIA, 85
España: Calderón (17), Juan Carlos Navarro (27), Rudy Fernández (14), Marc Gasol (11) y Pau Gasol (17) -cinco inicial- Ibaka(4),Ricky Rubio (-), San Emeterio (-), Victor Sada (2), Felipe Reyes (2) y Victor Claver (-).

Francia: Parker (26), Batum (10), Pietrus (4), Diaw (12) y Noah (11) -cinco inicial- Traore (4), De Colo (2), Seraphin (4), Albicy (1), Kahudi (3) y Gelabale (8).

Parciales: 25-20, 25-21, 25-21, 23-23.

Árbitros: Lamonica (ITA), Belosevic (SRB) y Radovic (CRO). Eliminados Pietrus (min. 35) y Noah (min. 37).

Pabellón: Zalgiris Sport Arena de Kaunas. 14.500 espectadores.

No le faltaron problemas ni dificultades a lo largo de la final, pero España los resolvió con la contundencia de un gigante. Hizo trizas a un estupendo equipo, que había causado una grata impresión todo el torneo, excepto en la bufonada que perpetró en la segunda fase cuando intentó evitar a Lituania y jugó a perder ante España. Francia se rearmó para la final, mejor preparada que nunca, consciente de que debía superarse para ganar el primer título de su historia. Y con esa idea en mente, Parker movió el árbol defensivo español con la soltura y vivacidad que le distingue. Cuando no era uno, era otro, pero empezó encontrando siempre algún compañero sin marca bajo el aro español.

Y cuando no, él mismo se encargó de resolver. Los tiros de Navarro y el estupendo galope con el que Calderón impulsó el ataque español propiciaron un intercambio de canastas sin tregua. Rudy anuló a Batum, pero ambos acabaron aportando también en ataque. A Ricky le costó engancharse al trajín, perjudicado por dos faltas muy rápidas sobre Parker y un cuerpo a cuerpo del que salió despedido por un codazo.

La irrupción de Ibaka devastó el ataque francés. Colocó cinco tapones en poco más de cuatro minutos. Justificó los motivos por los que fue la pasada temporada el mejor taponador de la NBA. España empezó a abrir brecha en el marcador y probablemente a hacer mella la resistencia psicológica de los franceses. Se fue hasta los doce puntos de ventaja (46-34). La batuta estaba en su poder y dirigió el resto de la velada con una maravillosa exhibición.

Se produjo entonces un desbarajuste del que salió malparado el equipo de Sergio Scariolo. Rudy cometió una falta antideportiva sobre Parker, se caldearon los ánimos, Batum metió un triple, robó un balón y España encajó un parcial de 0-7. Fue el momento idóneo para que Pau Gasol regresara a la cancha e impusiera su ley. Y junto a él, Víctor Sada, el teórico tercer base, que aportó un colchón de garra e inteligencia, tanto en ataque como en defensa. Fue providencial, dada la dispersión e intermitencias de Ricky Rubio a lo largo de todo el torneo y también en la final.

Los franceses intentaron forzar un punto de inflexión en el inicio del tercer cuarto. Su agresividad defensiva les permitió acercarse a siete puntos (56-49). Pero lo pagaron con faltas y trasladaron su idea con excesiva precipitación en ataque. A partir de ese momento, desatado Navarro en ataque, respaldado como en los partidos anteriores por los hermanos Gasol, moviéndose todos siempre al compás del mejor Calderón, España condujo por autopista hacia el oro.

Fue superior en todo. En talento, en el entre juego, con siete pérdidas menos que los franceses y seis robos de balón más, en puntería y fortaleza dentro de la zona con dos datos impresionantes: 22 de 24 tiros libres y 10 tapones. Parker se quedó más solo que la una, mientras que Navarro, implacable otra vez, se fue hasta los 27 puntos e deshizo cualquier debate sobre quién ha sido el mejor del torneo.

Los títulos se cuentan, el talento no. Las vicisitudes de un campeonato más largo que nunca pueden confundir, torpedear incluso la estrategia y el funcionamiento de un equipo. Pero la generación de oro del baloncesto español demostró una vez más que siempre está ahí, que rara es la vez que pierde pie, que el podio es su hábitat natural, que no concibe ni le satisface otra cosa que el oro. Lo consiguió por segunda vez consecutiva en el Europeo, algo que nadie era capaz de lograr desde la gran Yugoslavia de 1997. Su reto, ahora, no puede ser otro que volver a medirse con la lujosa selección de Estados Unidos en los Juegos Olímpicos del próximo año en Londres.

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