lunes, 5 de septiembre de 2011

Los casinos preferidos por las mujeres.

Mujeres maduras, adultas mayores, muchas de ellas amas de casa, son clientas asiduas de los centros de apuestas de la ciudad; gente con ese perfil estaba el fin de semana, al mediodía y por la tarde noche, en lugares como Yak y el Casino Life del Valle, en el sur de la capital.

Los juegos de azar son el pasatiempo de personas mayores que apuestan lo poco que tienen, como una anciana en silla de ruedas y con aparatos auditivos, que estaba absorta frente a una de las muchas máquinas, en un juego de Peter Pan.

Otra mujer, de edad mediana y regordeta, explica, luego de guardar silencio por unos momentos, que el dinero que apuesta lo toma del “gasto” de su casa; frente a una máquina con personajes de la Sirenita, agrega que “no vale la pena llevar 20 o 50 pesos, sino unos 200 o 500 para eventualmente ganar 800 o quizá mil”.

Cerca de ella, otra mujer más joven, con pants rosa encendido, pelo muy negro y largo y las manos llenas de anillos, jugaba con entusiasmo. Haciendo “pases mágicos” con sus dedos de largas uñas sobre la pantalla de la máquina para atraer “la buena suerte”, comenta que el juego entretiene a las mujeres mientras los hombres trabajan. Además de que en el casino también se hacen amistades.

Al terminar su juego de la guerra de Troya, se despide de una de ellas: “ya me voy a mi canasta”.

El mundo de los jugadores de casino se conforma con mujeres y hombres intensamente concentrados en sacar dinero de la nada, es decir, de la suerte.

Durante varias horas en esa atmósfera de luminosas máquinas de bingo, lotería, rueda de la fortuna y otros, los jugadores pasan el tiempo entre personajes como los césares y faraones de Roma y Egipto, respectivamente; personajes de Disney, dibujos animados o el Mago de Oz entre muchos otros. En el sonido del lugar se escuchan consignas de moda, como el llamado “fua” (fuerza universal aplicada), según la cual basta desear algo para obtenerlo.

Con actitudes de mujeres y hombres “de gran mundo”, algunos enjoyados y elegantes, la mayor parte de los jugadores soslayan que la razón de apostar sea obtener dinero, pues dicen ir sólo a divertirse, a pasar unas horas, a cultivar amistades.

Con intensa iluminación y decoración vistosa, aunque más austera que la de cualquier casino de Las Vegas, los nuevos centros de diversión en la capital son maquinarias formidables de acumular recursos para sus dueños.

En contraste con las restricciones impuestas en la ciudad, el sótano de un casino en Insurgentes Sur tiene la atracción de lo prohibido, el riesgo y la aventura. Ahí se permite fumar y apostar, hay café y refrescos gratis.

Ese ambiente de temeridad comienza desde la entrada, ya que, so pretexto de una rifa, se toman las huellas digitales de los visitantes.

“Conoces gente, nuevas amigas, te entretienes un rato, te distraes, te regalan tu café, los chicos que atienden son amables, te la pasas padre. Yo tengo muchas amigas que vienen, se escapan una o dos horas y apuestan 20 o 50 pesos, hay incluso personas mayores que traen a su asistente o enfermera. Yo no siento que sea depresiva o estresada, simplemente a mí me gusta”, comenta una jugadora en las afueras de ese casino.

En el Yak ubicado en una plaza comercial de avenida Cuauhtémoc, una señora de 80 años asegura que ir a jugar al casino “me divierte y me calma los nervios”. En promedio, esas personas dicen pasar unas cuatro horas en los casinos y varias comentaron que acuden para “olvidar un poco los quehaceres del hogar y los niños”. En ese casino, una mujer de unos 70 años asegura haber ganado 45 mil pesos en un día.

En 2004, el Servicio de Investigación y Análisis de la División de Economía y Comercio de la Cámara de Diputados de México, advertía en el estudio La instalación y operación de casinos en México análisis de iniciativas y opinión pública, que el debate sobre la autorización de los casinos en el país es complejo, porque involucra “temas sensibles de la sociedad mexicana asociados con problemas de alcoholismo, drogadicción, prostitución, seguridad pública, enfermedades sicológicas, entre otros”.

De acuerdo con el estudio, en ese momento, la Confederación Nacional de Cámaras de Comercio, la Confederación Revolucionaria de Obreros y Campesinos, la Cámara Nacional de la Industria Restaurantera, asociaciones hoteleras, al igual que entidades como Tamaulipas, Guerrero, Baja California, Sonora y Veracruz se manifestaron en favor de la apertura de centros de apuestas, aduciendo sus beneficios económicos y fiscales en el sector turístico.

En la actualidad, para mucha gente es más atractivo ir a jugar y divertirse a un casino que conocer las bellezas naturales y el patrimonio histórico y artístico del país.

Hay propuestas para desarrollar en México un auge de los casinos de la magnitud de la que existe en Las Vegas, que deja 36 mil millones de dólares anuales, monto que triplica el de las exportaciones petroleras mexicanas, según se indica en el mencionado estudio.

En tanto, el episcopado, las organizaciones de padres de familia, así como la Confederación Patronal de la República Mexicana se han opuesto a la instalación de casinos, porque, según ellos, representan “males morales como la prostitución, la drogadicción y en general, el crimen”; el juego, que implica prácticas tramposas, niega la filosofía del trabajo y perjudica otras actividades económicas, señalan.

A casi un sexenio de haberse aprobado la instalación de casinos en México, la tragedia ocurrida en Monterrey ha revelado que son las mujeres quienes actualmente más asisten a los centros de apuestas.

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