jueves, 1 de septiembre de 2011

No respetan a los profesores.

Daniel Mora López, estudia Ingeniería; fue ayudado y hoy ayuda en el centro Braval

"Si no respetan al profesor, ¿cómo van a aprender?"


Las lavadoras funcionan a tope en Braval: lavan camisetas de once equipos de doscientos chavales de 30 nacionalidades que juegan y estudian en este centro del Opus Dei en el barrio barcelonés del Raval.

Entrevisto a Glenn Caliba y el pedagogo Josep Masabeu, responsable de Braval –"lo que no me exime de poner lavadoras"–, me presenta también a Daniel Mora López: "Un chaval que supera circunstancias muy difíciles y que, además, encuentra tiempo para venir a ayudar a los peques". Impresiona la madurez de Daniel: se emociona al recordar el llanto del pequeño Isma cuando supo que se despedía de quien había sido –por unas semanas– su única familia.

En Colombia éramos tres hermanos. Cuando yo tenía nueve años, la situación allá se nos hizo insostenible y mi madre decidió venirse a España.



¿Y su padre?

Con mi padre... bueno, tenemos una relación distanciada. Yo siempre estuve con mi madre y con la familia de mi madre.



¿Usted se quedó en Colombia?

Mi madre se vino primero aquí con una amiga y, después de cuatro años, cuando yo tenía 14, se nos trajo a España.



¿En qué trabaja su madre?

Ahora está en el paro, pero ayuda a su pareja, que es catalán, en una tienda.



¿Vinieron a Barcelona?

Fuimos primero a Rubí. Allá estudié en el instituto. Me pusieron en un curso menos para que pudiera acostumbrarme al catalán.



¿Qué le pareció Catalunya?

Me sorprendió que pudieras contestarle al profesor si te llamaba la atención. En Colombia eso es impensable. Aquí los chavales replican a los profesores todo el tiempo.



¿En qué sentido?

Pues que en clase falta disciplina. Y, si no eres capaz de respetar al profesor que te está enseñando, ¿cómo vas a aprender? y ¿cómo vas a respetar a nadie el día de mañana?



¿Le sorprendió algo más?

Que pudieras ir vestido a clase como te diera la gana. Algunos parecía que acabaran de salir de la cama sin pasar por la ducha. Yo recuerdo que iba a una escuela pública en Colombia y me hacían llevar hasta los calcetines de uniforme y si no los llevabas a juego, no te dejaban ni entrar en el aula.



¿Qué ambiente había aquí en clase?

Había dos bandas, la de los marroquíes y la de los latinos. Tenías que arrimarte a una banda para no pasarlo mal. Conocí a un chaval de 14 años que acabó muriendo de un navajazo en una pelea.



¿Y usted qué hizo?

Intenté sobrevivir, como todos. Al año siguiente nos vinimos al Raval en Barcelona.



Aulas aparte, ¿qué le pareció este país?

Me chocó la desunión que tienen ustedes entre sus comunidades.



¿En qué sentido?

Siempre peleando entre Catalunya y España.



¿Y usted qué opina sobre eso?

Yo no opino. Si ustedes no se ponen de acuerdo, no voy a venir a decirles yo, que vengo de fuera, lo que tienen que hacer.



En Colombia también tienen ustedes sus problemas.

Está la guerrilla, pero la bandera y el himno lo cantamos todos cada día en el colegio con la mano en el pecho. Después el coordinador comenta cómo va el curso y cuando acaba comienzan las clases.



¿Qué es lo peor de Colombia?

La desigualdad de clases sociales. Y que todavía hay mucha gente en el campo analfabeta que no tendrá ninguna oportunidad de educarse. La educación lo hace todo.



¿Le gustó algo de lo que vio aquí?

Sí, desde luego, aquí hay más oportunidades. En Colombia si naces pobre, mueres pobre y aquí en cambio es posible progresar si trabajas y te esfuerzas y estudias.



¿Usted trabaja?

He trabajado en una notaría gracias a Josep Masabeu, el responsable de Braval, y ahora estoy estudiando segundo de Ingeniería Eléctrica y tengo una beca salario de 3.000 euros al año más la matrícula.



¿Es usted buen estudiante?

No soy brillante, pero me esfuerzo. Aquí en Braval me han ayudado mucho con las matemáticas y este año volveré a ser voluntario.



¿Ha ayudado usted ya a alguien?

Ya fui monitor. Tuvimos a un chaval ucraniano, Isma, que llegó de una casa de acogida. Era de los peques. No tenía familia. Fue un chico difícil desde el primer momento.



¿Por qué?

Era nervioso y estaba siempre tenso. Pero poco a poco se fue confiando. Y el último día, cuando le dijimos que se había acabado el verano y el equipo, no se lo creía. Se puso a llorar y se agarraba a mí y no nos quería soltar. Nos emocionamos todos.



¿Qué edad tenía Isma?

Siete años. Yo no hice nada especial por él. Simplemente pasar unas horas cada día con el grupo y hacerle de hermano mayor. Pero estos chavales, si les haces un poco de caso, te dan muchísimo cariño. Y te preguntan por qué estás allí con ellos y por qué no estás en otro sitio o en casa viendo la tele.



¿Y por qué está allí con ellos?

Porque hubo otros que estuvieron conmigo también ayudándome con las matemáticas y jugando a fútbol. Yo era portero. Cuando estoy con los chavales, me acuerdo de cuando yo vine aquí de la calle, y echarles una mano y ayudarles me hace sentir bien.



¿Quién le trajo a este centro?

Conocí un amigo en el instituto Maragall, un ucraniano, Rina, y me habló de Braval y vinimos a estudiar y a jugar a fútbol.



¿Nunca pensó en dejar de estudiar?

Yo no, pero a veces oigo comentarios muy tristes de algunos padres. He oído que decían a sus hijos: "¿Para qué vas a estudiar? Fíjate lo bien que me va a mí que no he estudiado y gano más que el ingeniero que tengo trabajando para mí en la obra".



...

El sueldo no es la razón para estudiar. El ingeniero en la obra ganará menos que él, pero vale más que él. Aunque peor son quienes dicen a sus hijos que para qué van a estudiar si ellos ya viven bien del Pirmi, el subsidio de pobreza.

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