lunes, 13 de febrero de 2012

El heredero del poder en China visita EEUU.

El heredero del poder en China se presenta en Estados Unidos
Xi Jinping, destinado a ser el próximo líder en Pekín, llega este martes a EE UU



En un tiempo en el que China se convierte en una obsesión nacional norteamericana, Barack Obama da este martes la bienvenida al vicepresidente de ese país, Xi Jinping, quien cumple con el ritual de que quien está destinado a ser el próximo líder en Pekín se presente formalmente en los círculos de Washington antes de asumir el poder. Es una visita que recalca la tendencia hacia un mundo bipolar.

El contacto personal, qué duda cabe, es una parte esencial de las relaciones internacionales, más aún cuando éstas incluyen a grandes potencias con gigantesco poder decisorio. John F. Kennedy y Nikita Kruschev chocaron desde el primer minuto en que se vieron, y la cosa acabó en la crisis de Berlín y la crisis de los misiles. Mijail Gorbachov y Ronald Reagan conectaron instantáneamente y se acabó la guerra fría.

Otros muchos factores intervienen, por supuesto, en el desarrollo de los acontecimientos mundiales, pero el afecto personal entre los líderes es más importante de lo que se cree. Si el papel internacional de Obama no ha sido tan destacado como se esperaba se debe, en parte, a que no ha hecho muchos amigos en el mundo, especialmente no hay muchos amigos en Europa.

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Xi Jinping, un 'príncipe' del régimen Con China, las relaciones han mejorado desde que Obama llegó a la Casa Blanca, pero tampoco ha existido química entre el presidente estadounidense y Hu Jintao, en parte porque éste es un personaje adusto y ceremonioso que no casa bien con el estilo de su homólogo.

Se espera una relación distinta con Xi, quien a finales de año será nombrado secretario general del Partido Comunista de China y, poco después, presidente del país. Xi está considerado como un político más transparente y comunicativo, dentro de los parámetros peculiares de la cultura y la política china. Envió a su hija a estudiar a la universidad de Harvard, bajo un seudónimo, y él mismo durmió en su juventud en un hogar de la Iowa rural para impregnarse del estilo de vida americano. Se le tiene, por tanto, como un buen conocedor de este país y una figura relativamente inclinada a establecer vínculos positivos.

Pero todo eso tendrá que comprobarse en el futuro. De momento, su visita es todo un desafío para Obama, tanto en el plano internacional como nacional. China acaba de imponer su veto en el Consejo de Seguridad de la ONU a la propuesta sobre Siria y, aunque Washington culpa más a Rusia en ese asunto, ha demostrado que sus prioridades en el mundo son diferentes a las de Estados Unidos.

Más grave que eso, China insiste en una política monetaria que disgusta a la Administración norteamericana y persiste en unas prácticas de piratería industrial sobre las que ya se han hecho públicas quejas. En el horizonte se vislumbran, además, turbulencias en la economía china que podrían tener impacto global.

Lo más delicado del viaje es, sin embargo, su efecto en la política doméstica. China, más exactamente el recelo a China, es uno de los grandes protagonistas de esta campaña electoral. Va a ser difícil de explicar que Obama entregue sonrisas a Xi mientras, de acuerdo a la demagogia establecida, China se lleva los puestos de trabajo que le pertenecen a Michigan.

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