miércoles, 8 de febrero de 2012

La belleza se hereda.

La belleza se hereda; el atractivo..., ¡trabájeselo!"


Catherine Hakim ha sufrido el boicot del feminismo puritano anglosajón desde que negó que el maquillaje, la falda e incluso unas medias de rejilla arrastren al infierno sexista y demostró que, muy al contrario, son fuente de energía positiva y legítima para las mujeres de este siglo. La propia Catherine se aplica el cuento, porque la encuentro más atractiva, asertiva y charmant hoy que cuando la entrevisté hace tres años en la London School of Economics. El feminismo malvestido dudaba entonces entre combatirla con toda su artillería como hereje o ignorarla por frívola y descarriada. Creo que lo sensato es escucharla e irse a comprar –por lo menos– una crema hidratante.

Mi mejor amiga fue despedida de un banco de la City.



Siempre es un drama.

Le pregunté qué haría para encontrar otro empleo.



¿Se puso a estudiar un máster?

Se fue a la peluquería; se compró ropa y zapatos; se hizo una buena manicura; se aplicó un tinte estupendo (la verdad es que llevaba uno barato); y adelgazó unos kilitos...



¿Y...?

Pues que yo, doctora en Sociología en la London School of Economics, tras una vida dedicada a la emancipación de la mujer, le aconsejé aumentar su capital intelectual –y sigo aconsejándolo: siempre– y ella, además, incrementó su capital erótico. Y tuvo éxito.



¿Por qué le resultó tan chocante?

Porque toda una tradición de feminismo puritano se ha empeñado en negar lo evidente: ser atractiva te da poder.



¿Y ese poder molesta?

A ese feminismo puritano le da miedo, por influencia patriarcal, que sepamos usar ese poder. Yo decidí estudiarlo. Quise descubrir sus mecanismos: cómo nos da poder ser atractivas, glamurosas y...¡sexis!



¡Yo también me apunto!

¡Bienvenido! La cosmética masculina crece en plena crisis. Dirigí una investigación sobre el atractivo de los presidentes de grandes multinacionales suizas...



¿Y...?

... En Occidente uno de cada cuatro hombres es atractivo, pero entre los presidentes, eran cuatro los atractivos por cada mediocre. Demostré que tu atractivo personal –tu capital erótico– acaba transformándose en éxito profesional, político y social.



¿No ha sido siempre así?

No tanto. La acumulación de capital erótico decide y decidirá cada vez más. Porque, en la economía de antaño, no era tan importante ser atractivo, ya que no estaba tan terciarizada; el sector servicios no era hegemónico como ahora y que crearas valor no dependía tanto de las relaciones personales.



El atractivo no hacía al agricultor.

Y recuerde la pirámide de las necesidades: ya hemos superado el nivel de la supervivencia, así que la apariencia es cada vez más decisiva. Además, en nuestra sociedad multipantalla, la foto, la imagen: presencia y telepresencia cuentan para todos en todo momento y lugar. ¿Tenía foto cuando empezó?



Entonces nadie firmaba con foto.

Pues hoy su corte de pelo en ella también decide –para bien o para mal– si le leen o no.



No sé si alegrarme...

¡Es lo que hay! No sea como los que lo niegan por narcisismo...¿Acaso cree que usted es tan atractivo que no necesita cuidarse como todos? ¡Sea humilde y trabájeselo!



Injusto: ser guapo es lotería genética.

Hablo de atractivo y no de belleza. La belleza es mera ausencia de imperfección: es fría y sólo depende de tu herencia genética, pero el atractivo es algo personal, que consigues más allá de tu genética.



La genética es una dictadura aleatoria.

Pues el reparto de inteligencia es más aleatorio e injusto aún que el de belleza. Más de la mitad del talento es heredado: el atractivo personal depende ante todo de ti mismo.



Defina capital erótico.

Depende de seis factores: el obvio es la belleza facial –se hereda, pero también se cultiva–; y la corporal, que incluye, por ejemplo, los andares, y esos sí que son un ejercicio de pura voluntad. El tercero es el buen gusto al presentar –en el vestir, el peinado y en mil otros detalles– los atractivos físicos citados.



¿Con buen gusto naces o te lo haces?

Las dos cosas. El cuarto factor es la vitalidad: esa energía que das a los demás...



Hay quien sólo la absorbe.

Porque sólo habla de sí mismo; nada menos atractivo que empezar todo con un "yo...".



Es hablar de quien más conoces...

¡Ser interesante es interesarse por los otros! El quinto es saber hacerlo: cortesía, modales. Desde usar servilleta hasta la sutil deferencia con que dejas lucirse en la charla incluso a quien sabes menos brillante que tú.



¡Eso es ser muuuuuy simpático!

Es la esencia del atractivo personal: estar por los demás. La persona atractiva llega a una reunión; al trabajo, a una cita y piensa: "¿Qué puedo aportarles?" Y esa otra persona a la que no van a llamar nunca más es la que calcula desde antes de llegar: "¿Qué puedo sacar de cada uno de los que hay aquí?".



¿Ser atractivo incluye maquillarse?

Maquillarse es un acto generoso: si quieres que te cuiden, empieza por cuidarte tú para después poder cuidarlos mejor a todos.



Se ha dejado –creo– el sexto elemento.

El atractivo sexual, por supuesto. Cuenta en la intimidad, pero también como posibilidad o promesa en todas las relaciones.



¡Es usted una sexista!

Soy realista. Hay feministas que te acusan de sexista sólo por admitir la realidad del sexo: son puritanas disfrazadas de progres. Creen que por reprimir el erotismo, van a eliminarlo. ¡Aprendamos a utilizarlo como la energía positiva que es!



¡Ay, que me mete usted en un lío!

¡Ya estoy acostumbrada! Admiro a Simone de Beauvoir –y a Christine Lagarde: educación exquisita, intelectual charmant: ¡qué bien luce sus joyas!– El erotismo es una fuerza a favor de las mujeres. Y ella lo sabe usar.



La llamarán frívola, ligera, banal...

También estoy acostumbrada: el machismo y el feminismo puritanos sólo considera "serio" que seamos monjas. Progres y feministas, pero monjas.

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