miércoles, 15 de febrero de 2012

La ciencia del deseo.

La ciencia del deseo 2.0
Por: Tatiana Escobar Casares.



.¿Piensan más en el sexo los hombres que las mujeres? ¿Qué hacemos cuando nadie nos ve? ¿Qué es realmente lo que nos pone? Dos jóvenes neurocientíficos acaban de publicar los resultados del mayor estudio sobre la atracción sexual desde los tiempos de Kinsey. Sorpresas, las justas.

Cuando Alfred Kinsey (1894-1956) se dedicó a recolectar historias para el archivo sobre el comportamiento sexual de mujeres y hombres, en el que basó sus pioneras investigaciones recogidas en el Informe Kinsey, llegó a acumular 18.000 testimonios mediante entrevistas y tuvo que usar el servicio de Correos de Estados Unidos para hacerse con el material gráfico, lo que acabaría costándole un juicio por distribución de material obsceno.



Los doctores Ogi Gas y Sai Gaddam, autores de A Billion Wicked Thoughts, han estudiado el comportamiento sexual secreto de más de cien millones de hombres y mujeres del mundo entero, gracias a un método que le habría provocado un orgasmo al mismísimo Dr. Kinsey: Gas y Gaddam se dedicaron a observar lo que hacía la gente detrás del anonimato que ofrece Internet.
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Atención al muestreo: un billón de búsquedas, un millón de páginas web, un millón de videos eróticos, un millón de relatos eróticos, cinco millones de anuncios personales clasificados, y docenas de miles de novelas románticas digitalizadas. Ni más ni menos.

Investigadores de la Universidad de Boston, los jóvenes Gas y Gaddam colaboraron con el Ministerio de Defensa de Estados Unidos, el Laboratorio Lincoln de Biodefensa del MIT y Hewlett-Packard antes de unir sus fuerzas para acometer este estudio titánico, en el que combinaron la información sobre el comportamiento erótico online con avanzados métodos de las neurociencias para analizar billones de datos sexuales sin una agenda previa, dispuestos a seguir el camino que marcaran los propios datos. He aquí algunos de los resultados:

◦A los hombres heterosexuales les gusta el porno de transexuales, las escenas con penes grandes y las fantasías en las que su mujer se acuesta con otros hombres.
◦Los hombres prefieren a las mujeres con sobrepeso que a las delgadas.
◦Las mujeres prefieren los relatos a las imágenes, aunque aquellas que prefieren las imágenes suelen tener más apetito sexual, son más agresivas socialmente y se sienten más cómodas asumiendo riesgos.
◦Las mujeres disfrutan con la lectura de escenas en las que dos hombres de aspecto masculino tienen relaciones sexuales.
◦Los hombres suelen buscar videos eróticos de mujeres entre los 50 y 60 años.
◦Los hombres gay tienen intereses sexuales online casi idénticos a los de los hombres heterosexuales (interés por parejas mayores y con sobrepeso, fetichismo por pechos, culos, pies y penes, sexo anónimo y sin emociones).
◦El cerebro masculino moldea sus intereses sexuales en la adolescencia y rara vez cambia, mientras que los intereses sexuales de las mujeres son dinámicos y cambian con frecuencia a lo largo de sus vidas.



¿Más perlas? En los hombres, las excitaciones física y psicológica están unidas, mientras que en las mujeres la excitación psicológica está separada de la física. El cerebro del hombre es capaz de transformar un solo estimulo en excitación, mientras que el cerebro femenino necesita múltiples estímulos para llegar al mismo estado.

Por eso, una sola escena de sexo explícito es capaz de lograr una erección y los hombres no entienden por qué una porno para mujeres debe tener historia y guión. ¡Oh, misterios divinos ante mis ojos revelados!: a ellos les gusta el porno (100 millones de hombres vieron porno on line en EEUU y Canadá en 2008) y a ellas, las novelas románticas (67,3 millones de mujeres leyeron novelas románticas on line en el mismo periodo y territorio).


Via The Foundist

Nos vienen a contar los neurocientíficos de moda que el circuito sexual del cerebro femenino está construido para procesar “pistas” de excitación tanto físicas como psicológicas, y que estas pistas súper elaboradas deben cubrir un espectro emocional, social, intuitivo y, por supuesto, también sexual. Un lienzo tan complejo que vendría a explicar el hecho de que a tantísimas mujeres lo de pagar por porno les parezca tirar el dinero a la basura.

Desde luego, yo no tengo ni idea de neurociencias. Pero la ambiciosa investigación de Gas y Gaddam tiene el mérito incuestionable del atrevimiento. Celebro que existan dos científicos incómodos ante el hecho de que hayamos construido "un acelerador de partículas del tamaño de una aldea y aparcado un cochecito espacial en Marte, mientras seguimos en las tinieblas con respecto a hechos sexuales tan básicos y tan intrínsecos a la experiencia humana". Al pobre de Kinsey -juzgado, perseguido y tildado de pervertido por sus detractores- han tardado en llegarle seguidores.



En palabras de Gas y Gaddam a Freakonomics: “El salvaje trato que sufrió Kinsey perduró en sus colegas. En el medio siglo transcurrido desde la obra de Kinsey, ningún investigador se ha atrevido a reproducir o ampliar su investigación sistemática sobre la diversidad del deseo. Doblegado por la presión ideológica, el Rockefeller Center retiró la financiación a Kinsey tras la publicación de su Comportamiento sexual de la mujer en 1953 –el mismo año que James Watson y Francis Crick publicaron su descubrimiento de la estructura de doble hélice del ADN. Desde entonces, los ingenieros genéticos han descifrado el genoma humano, han clonado ovejas y hasta diseñado alfalfa resistente a los herbicidas. Mientras tanto, la investigación sexual ha evolucionado como la tortuga de la fábula: los académicos todavía discuten sobre el propósito del orgasmo femenino, el posible peligro de las fantasías sexuales, la prevalencia de diversos fetiches o si es factible la existencia de la adicción al sexo. (…) Asomarnos a la galaxia de datos sexuales en Internet fue una experiencia como la de Galileo observando por primera vez los anillos de Saturno: inesperada, desconcertante y hermosa.”

En todo caso, ante las respuestas que hoy nos da la ciencia, podríamos sacar en limpio una conclusión practica: lo más parecido que veremos algún día a un Viagra femenino será una especie de gafas de privación sensorial con programas de realidad virtual alimentados con guiones de Corín Tellado, casting de Erika Lust y música a elegir desde Funky hasta Kenny G... un invento sencillo, capaz de abstraernos de la cruda realidad compuesta por el propio michelín, la urgencia de una depilación, la decoración de la habitación que no nos acaba de convencer, la colada que no pusimos por la mañana, la gastada actitud de nuestros amantes cuando pretenden ponerse erótico-festivos, las llamadas que debemos hacer mañana y toda la sarta de tonterías que pensamos las mujeres en esa fracción de nanosegundos en las que nuestro cerebro está debatiendo, allá por donde se devuelve el viento, si estamos o no de humor para hacer el amor.
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