miércoles, 11 de abril de 2012

Argentina y Las Malvinas.

Argentina y la “fiebre malvinera”
José Steinsleger
Grandes o pequeñas, todas las guerras responden a circunstancias y causas históricas concretas. La Primera Guerra Mundial cerró el siglo XIX, y los efectos de la segunda modelaron el XX, que aún no termina. Con impacto regional, la de Malvinas tuvo lugar en una época en la que las ideologías del cambalache posmoderno resolvieron igualar izquierdas y derechas.

Provocada en 1982 por la dictadura civicomilitar que presidía Leopoldo F. Galtieri (general torturador y borracho), la guerra de Malvinas sacudió las fibras de los argentinos, y de una sociedad que, desde su formación parvularia, escribía: las-is-las-Mal-vi-nas-son-ar-gen-ti-nas. Y no “probablemente”, como dijo el hipernacionalista Jorge Luis Borges.

Por consiguiente, en el trigésimo aniversario de aquella miserable y sangrienta batalla que se libró en las gélidas aguas del Atlántico sur, se multiplican las interpretaciones que la ningunean o condenan, ocultándose y tergiversándose sus causas.

La tragedia empezó el 2 de abril, con el desembarco argentino en las islas, y permitió legitimar una causa nacional y popular que fue manipulada por militares chovinistas y civiles patrioteros. Y ejecutada a sólo tres días del 30 de marzo, cuando millares de personas desafiaron a la dictadura, sufriendo una represión feroz en las calles de Buenos Aires.

En un artículo publicado en el diario Página 12, el reflexivo periodista Mario Wainfeld se preguntó respondiendo: “¿Pudo haber 2 de abril sin 30 de marzo? Es una hipótesis probable. En la tozuda realidad, que pesa más, no lo hubo” (1º/4/12). Así como muchos fueron víctima de la “fiebre malvinera”, otros exclamaban “las Malvinas son argentinas, los desaparecidos también”, o entonaban sendos estribillos partidarios: “se va’cabar / se va’cabar / la dictadura militar”, “Galtieri / Galtieri / prestá mucha atención / Malvinas argentinas / y el pueblo con Perón”.

Dos mentiras: 1) que los gobiernos de Perón y el peronismo habrían guardado cuasi mudez, y el reclamo por las Malvinas “…sólo pasó al primer plano de la política nacional” en 1982, “…y ahora, en la segunda presidencia de Cristina Fernández de Kirchner; 2) que el avión fletado por los Montoneros exiliados tuvo como propósito combatir bajo el mando de los dictadores…” (sic).

Primero: según documentos desclasificados del Foreign Office, y en consonancia con la política exterior pacifista de su gobierno, Perón intentó comprar las islas en 1953. La operación estuvo a cargo del almirante Alberto Tesaire, y Londres la rechazó por temor a la eventual caída del premier Winston Churchill (cables de Latin-Reuters, Ap y Efe, Clarín, Buenos Aires 3/1/84).
Segundo: a) el 8 de septiembre de 1964 (un mes antes que la Asamblea General de la ONU incluyera en su agenda la descolonización de Malvinas y otros territorios coloniales), el aviador argentino Miguel Fitzgerald conmovió al país. Sin militancia política, en vuelo solitario a bordo de un frágil Cessna 135, Fizgerald aterrizó en una de las islas, donde permaneció 15 minutos.

Allí plantó una bandera argentina y entregó a los pobladores un comunicado en el que reivindicaba la soberanía argentina, condenando al “acto de piratería cometido por Inglaterra en 1833”. En Buenos Aires fue ovacionado. Y el 27 de noviembre de 1968, Fitzgerald volvió a las islas junto con Héctor García, director del diario Crónica. b) El 28 de septiembre de 1966 (a tres meses de iniciada la dictadura del general Juan Carlos Onganía y estando de visita en el país el príncipe Felipe de Edimburgo), un comando de 18 estudiantes, obreros y sindicalistas desvió un avión comercial hacia las islas, donde hiczo flamear banderas argentinas.

La Confederación General del Trabajo los calificó de “héroes”, el dictador de “facciosos”, y las izquierdas los ningunearon por “nacionalistas”. El periodista Dardo Cabo, jefe del grupo, pasó tres años en prisión, y en 1977 fue asesinado por los militares.

2) El avión fletado por Montoneros en el exilio (organización político-militar que para entonces había perdido credibilidad y representatividad a causa de la megalomanía y el militarismo de su conducción política) aterrizó en varias capitales de América Latina. Se embarcaron diputados, dirigentes políticos y gremiales, intelectuales e indígenas. El propósito consistía en llevar la solidaridad al pueblo argentino, y no en “combatir” bajo el mando de los genocidas.

Arriesgando la vida, en plena euforia de “fiebre malvinera”, el escritor y filósofo León Rozitchner (1924-2011) publicó en Buenos Aires (y no en el exilio de los “principistas”) un libro en el que planteó que la derrota traería “el fin de la dictadura” (De la guerra sucia a la guerra limpia, Losada, mayo 1982).

Un modo de ver las cosas. En cambio, el padre Leonardo Castellani (1899-1981), prolífico y prescindible escritor argentino, dijo alguna vez: “los nacionalistas argentinos no saben dónde quieren ir, pero quieren llegar rápido”.

Castellani se refería, obviamente, a los nacionalistas de derecha. Porque los de izquierda saben que, más temprano que tarde, pacífica y políticamente, las Malvinas volverán a ser un territorio inalienable de la soberanía argentina.

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