domingo, 1 de abril de 2012

El PSOE entierra ya el 20-N.

El PSOE entierra el 20-N (en compañía)
Los socialistas salen del pozo antes de lo esperado, pero dependen de IU
Los pactos en Andalucía y Asturias marcarán los límites del giro a la izquierda
La noche electoral del 20-N “cerró un ciclo político”, dice Alfredo Pérez Rubalcaba. Lo cerró metiendo a todo un partido, el PSOE, en el fondo de un pozo desde el que no se veía la luz: los socialistas, en sus horas más bajas, habían entregado seis meses antes prácticamente todo el poder municipal y autonómico al PP, y ahora cedían también el Gobierno central. Se desplomaban en sus feudos —empezando por Andalucía— y entraban en una nueva fase que se adivinaba larga y penosa. Nadie pensó entonces en una pronta resucitación.

Y, sin embargo, las elecciones andaluzas y asturianas del 25 de marzo han venido a despertar al moribundo, mucho antes de lo que se esperaba. El PP empieza a pagar en votos sus medidas de Gobierno. El PSOE no gana votos, pero sube en porcentaje y aspira a gobernar. Ve luz. Hay, eso sí, una puerta que cruzar primero: los pactos con IU, que obligan a los socialistas a dar un giro a la izquierda cuyos límites están por decidir. La carrera hacia la recuperación puede ser limpia o de obstáculos. Riesgo u oportunidad.

“No me produce ningún temor el pacto con IU”, afirmó el propio Rubalcaba, secretario general de los socialistas, en su pletórica rueda de prensa tras los comicios del pasado domingo. El PSOE, recordó, ya ha estado en esta tesitura otras veces: ha gobernado con IU en ayuntamientos y comunidades y no se ha tenido que radicalizar por ello. En cualquier caso, subrayó, las pautas de la negociación —en qué se cede y en qué no— las van a marcar el andaluz José Antonio Griñán y el asturiano Javier Fernández (este lo tiene más complicado, porque también necesita a UPyD). “Tienen manos libres para los pactos”, adelantó.

El riesgo de que el “maximalismo” de IU en algunos temas de política económica haga imposible el acuerdo es minimizado desde la dirección. “Nuestra experiencia nos dice que IU tiende al maximalismo en la oposición pero lo aparca cuando hay que pactar un Gobierno. Son razonables, se corresponsabilizan. Además, llegar a acuerdos con IU está en nuestra tradición, no es nada traumático. Traumático e incomprensible fue pactar con ERC en Cataluña”, afirma un cargo socialista.

Pero sí hay asuntos concretos, hoy más que nunca, sobre la mesa, que pueden generar conflicto. ¿Qué hacer si en Andalucía o en Asturias IU propone plantarse frente a la exigencia de reducción del déficit, que implica amputar el gasto público? ¿Qué hacer si surgen reclamaciones históricas de IU como la banca pública o la nacionalización de sectores estratégicos (o su traducción a las competencias autonómicas)? Diego Valderas, cabeza de IU en Andalucía, habla, por ejemplo, de aplicar en serio la “intervención pública en la economía”, que “está recogida en el Estatuto andaluz”.

¿Qué márgenes tiene para el giro a la izquierda el PSOE, que en su último mandato bajó impuestos, hizo recortes, abarató el despido y pactó con el PP la modificación de la Constitución para imponer un corsé al gasto público en pro de la estabilidad presupuestaria? ¿Se puede prometer la “oposición útil” que defiende Rubalcaba, sin descartar la colaboración puntual con el Ejecutivo, y, a la vez, afrontar un proyecto con IU, que aboga por una oposición dura y sin matices?

Los socialistas sostienen que sí. Recuerdan que Rubalcaba ya inició, apenas abandonó el Gobierno, el camino de regreso a políticas más de izquierdas. Que desde la campaña de las generales viene insistiendo en los peligros de sacralizar la lucha contra el déficit y apostando por una política keynesiana de inversión pública. Que reconoció el error de eliminar el impuesto de Patrimonio y ahora reclama un impuesto a las grandes fortunas. Que rechaza de plano la reforma laboral. “Con el PSOE hay margen para negociar medidas de izquierdas; con quien no lo hay es con el PP. Eso IU lo sabe”, señala Óscar López, secretario de Organización de los socialistas.

En IU, sin embargo, no acaban de fiarse. Piden más: “Auténticas políticas de izquierdas” que ellos se arrogan. “El planteamiento ha cambiado. Ya no se trata de acercar los programas, como en otros procesos de negociación. Hay que hablar de un cambio en las políticas. Este es un tiempo nuevo”, avisa Ramón Luque, responsable de Política Electoral en el equipo de Cayo Lara. ¿Y eso qué significa? Que IU va a reclamar un “verdadero cambio” al PSOE: “Andalucía, sobre todo, debe convertirse en un punto de referencia en España frente al liberalismo. Griñán debe decir si está dispuesto a hacer una política realmente distinta a la de Zapatero y Rubalcaba. No es solo cuestión de programas, es cuestión de voluntad para quebrar las políticas dictadas desde Bruselas”. Sin más detalles, por ahora.

El PSOE afronta, además, un dilema práctico: intentar formar gobiernos de coalición con IU en esas dos comunidades —para ganar estabilidad y para corresponsabilizar a IU, lo que ayudaría a mitigar sus exigencias— o gobernar en minoría con su apoyo parlamentario. La primera opción es más probable en Asturias. En Andalucía las relaciones entre PSOE e IU son bastante menos fluidas.

Y también está por ver qué le interesa más a IU: influir en la política desde dentro, con mando en consejerías, o apoyar desde fuera, sin quemarse con los previsibles recortes. Tampoco lo saben aún. “En Asturias todo es más fácil. En Andalucía están abiertas las tres posibilidades: limitarnos a votar a Griñán en la investidura, firmar un pacto de legislatura o entrar en el Gobierno”, explica Luque. Sí hay algo descartado: dejar pasar al PP, la fuerza más votada. “No se repetirá lo de Extremadura”.

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