miércoles, 4 de abril de 2012

La primera vez.

Silvia C. Carpallo (periodista y sexóloga)

Cuando una es adolescente se marca demasiadas expectativas respecto a lo que está por venir, la carrera, el trabajo, el amor, el sexo… Con esa edad, has visto mil películas románticas y te has leído a escondidas tantos especiales de Mi primera vez en esa revista juvenil de moda, que puedes recrear de memoria esa escena al completo: con el chico perfecto, en la playa perfecta y con la luna perfecta. Paso a paso. Pero eres mujer de tu tiempo y te has criado con Disney, y tienes claro que aunque tus hormonas te metan prisa, eso de “entregar tu flor” no puede hacerse de cualquier manera.


El primer elemento que falla en esta historia es, claro, eso de elegir al “chico perfecto”. Dicen que ellos no eligen, sino que más bien lo hacen con quien pueden, mientras que ellas lo hacen con quien quieren (un tópico con su parte de verdad y su parte de mentira, como todos), pero lo que no dicen es que las chicas, aunque elijan, son jóvenes e inexpertas, y por lo tanto sus decisiones pueden no ser siempre las más acertadas.


Puede que por entonces se trate de tu novio, ese que te romperá por primera vez el corazón; que sea un chico majo con el que te lanzaste, ese que desapareció; o puede que sea “ese otro” que hubieras deseado en verdad que desapareciera... y se quedó. Recuerdo, que para las más avispadas, existía entonces también el “chico puente”, es decir, elegían a uno cualquiera para pasar por ese primer y extraño trance, y para luego, cuando apareciera la persona adecuada, poder disfrutar más de la experiencia...

Vía Stuffno-onetoldme, el estupendo blog de Alex Noriega

Otra cuestión es que, bien sea preparada o surgida de forma espontánea, pocas veces la primera vez sucede en una playa paradisíaca. Historias hay muchas y lugares donde tener sexo por primera vez, también —me vienen a la mente, no sé muy bien por qué, varias que acababan sobre una mesa de billar tras la hora del cierre— pero sin duda, la medalla de oro se la lleva la parte trasera de un coche de segunda mano.

Ya se sabe, muy íntimo y muy romántico, por eso de la estrechez de espacio y porque lo único que te va a cuadrar de la fantasía es que sí, que estarás bajo la luz de la luna, o de la farola de turno, claro. Besarse, quitarse la ropa y conseguir una postura en la que no os clavéis nada, ya va a ser todo un logro, ya que con los muchos nervios del momento, se puede confundir el freno de mano o la palanca de cambios con cualquier cosa.



Si has sido ingenua, y has querido planificar el momento y no dejarlo todo al azar, te habrás molestado en grabar algún disco de música, que él te dirá que quites porque es muy ñoña, o te habrás comprado algún conjuntito de lencería sexy, que él no sabrá desabrochar porque es muy torpe, o habrás pensado en algo bonito que decirle para hacer especial ese momento, que él no sabrá valorar porque aún es muy crío.


Una de las tiras de la serie Virginidad publicadas el blog palomitasymaiz, que protagonizan tres dibuactores: Jiménez, Pepe (el gordito) y Eli. Con colaboraciones especiales como las de Pico y su tío Alberto. Bajo licencia Creative Commons.

De lo único que realmente te tenías que haber preocupado era en realidad del factor clave: el método anticonceptivo, que por descontado en esa ocasión será el preservativo. Tras la indecisión de “¿quién lo compra?” y tras haberle pedido a tu mejor amiga que lo pidiera por ti en la farmacia, te decides a sacarlo, con miedo a parecer demasiado atrevida. Él, cómo no, también llevaba los suyos, pero o son parte de una promoción del instituto o los lleva en su cartera desde hace un decenio, y por primera vez tomas la primera decisión sexual responsable de tu vida: usar los tuyos. Sabes cómo se ponen, incluso abriste uno para verlo y practicar como en las pelis americanas con un plátano, pero ahora te tiemblan las manos, se te resbalan los dedos con el lubricante y parece que siempre lo abres del revés, pero con ayuda de sus manos, algo más expertas, al menos en cuestión de penes, lo consigues al tercer intento.

Y entonces pasa: la mete… o no… lo intenta… Estás cerrada de los nervios y él no atina… Así que tomas tu segunda decisión inteligente, ponerte encima y agarrar “el toro” por los cuernos. Vale, te mintieron, sí que duele, pero no es para tanto, y cada vez va a menos. Entre unos cuantos “¿Estás bien? Yo sí, ¿y tú?”, la cosa continúa hasta que él acaba, y entonces, te tumbas a su lado y recuerdas de nuevo esas películas románticas, donde todo parecía tan genial, tan intenso, tan perfecto. Pero luego vuelves al mundo real, y te ves allí, en esa cama destartalada con las sábanas marcadas en rojo, con ese chico sofocado que se siente orgulloso de haber pasado el examen, y pese a todo sonríes, porque a veces lo imperfecto, es lo más perfecto. ¿Te suena esto? ¿Cómo fue tu primera vez?

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