lunes, 13 de agosto de 2012

España. Mujeres guerreras.

Mujeres guerreras

Los triunfos femeninos en los Juegos Olímpicos invitan a una reflexión en el deporte español


Fueron las mujeres las que dieron los primeros triunfos a una España que empezó de manera sombría en los Juegos Olímpicos, han sido las que más medallas han cosechado (11 a 6, respecto a los hombres) y ha sido también el coraje y el tesón que exhibieron muchas de ellas —junto al de los baloncestistas en su batalla heroica contra Estados Unidos— lo que seguramente ha dejado el mejor sabor de boca de la cita clausurada ayer en Londres. Las medallas conquistadas, una menos que en Pekín y más o menos las mismas que se obtuvieron en Atenas y Atlanta, podrían servir como excusa para soslayar una reflexión necesaria. Salvo las dos platas de Mireia Belmonte, España es irrelevante en los deportes que reinan en los Juegos, el atletismo y la natación, y buena parte de su cosecha de éxitos procede de disciplinas minoritarias, donde ha dado esta vez fuertes aldabonazos, como en taekwondo o piragüismo. El fracaso de la selección de fútbol ha sido estrepitoso, y malos los resultados de nuestros tenistas: la naturalidad y el saber ganar de nuestras deportistas, casi todas desconocidas, marcan un inquietante contraste con los parcos resultados de unas figuras mimadas por los medios y el público.
Han sido, pues, las mujeres —en los primeros Juegos en los que incluso países como Arabia Saudí o Catar han contado con participación femenina— las que traen a España el mayor número de éxitos cuando cuentan con un apoyo institucional mucho menor que el que se suele dar a los hombres. Y conviene volver a destacar los triunfos en vela, sincronizada, waterpolo o balonmano (ese épico bronce), que rara vez están en las agendas de los aficionados.
Londres, por otro lado, ha potenciado la grandeza de algunas figuras que ya mostraron su excelencia en Pekín, como Usain Bolt, Michael Phelps y los integrantes del prodigioso Dream Team, que ayer batió al equipo de Gasol, y ha confirmado el empuje de los deportistas chinos. Al éxito de los británicos habrá que aplicarles la reserva que procede de las estadísticas: los países organizadores obtienen siempre más medallas que las que lograrían en otra sede.
Lo que no se puede escatimar es un elogio a los organizadores. Frente al gigantismo y la búsqueda de impacto internacional de Pekín, Londres ha optado por un sabio pragmatismo: incorporar a la ciudadanía como motor esencial de la cita. Si se corrobora la idoneidad de sus instalaciones, reciclables y respetuosas con el medio ambiente, el éxito ha sido notable.

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