Salir de la recesión
La zona euro sufrirá una recaída económica y las recetas del BCE no son la respuesta adecuada
La zona euro se enfrenta a un riesgo cierto de desaceleración
económica global, debido a la pérdida de ritmo en el crecimiento alemán y
a la probable contracción del PIB trimestral de Francia en el tercer
trimestre. Los países más importantes del área monetaria flaquean
mientras que Italia y España continúan en una fase recesiva persistente
de la que difícilmente podrán recuperarse a corto plazo debido a las
restricciones presupuestarias aplicadas para estabilizar sus deudas
soberanas. Cualquier diagnóstico sobre la recaída económica en el área
euro debería considerar el papel depresivo que sobre las economías
alemana o francesa están desempeñando los ajustes drásticos en Italia,
España o en los países intervenidos. El empeoramiento notable de las
llamadas economías periféricas se traslada irremisiblemente a los
conocidos como países centrales del euro.
Este es un momento crucial para la recuperación europea y, por tanto, deberían cuidarse los análisis y políticas económicas que se recomiendan a las economías en recesión. En este sentido, las propuestas del boletín económico del Banco Central Europeo (BCE) pecan de excesiva dispersión y poca claridad. Asegura el BCE que la moderación salarial en España debe acentuarse y que, asimismo, deben flexibilizarse todavía más las condiciones de despido. La receta del banco no es sorprendente; corresponde a su manual de ajuste económico. Como corresponde al manual de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) recordar que los descensos pronunciados de salarios agravan la recesión. La respuesta lógica a la terapia del BCE es recordar que los ajustes salariales se están produciendo como efecto derivado de la crisis financiera, la pérdida de actividad y la recesión persistente. Los mercados están ajustando los salarios y está por ver que fuera conveniente intervenir para acelerar la acción del mercado.
No hay más remedio que coincidir con el BCE en que si la reforma laboral se hubiese aprobado años atrás la pérdida de empleo en España hubiera sido menor. Pero con algunas precisiones. Hubiera sido preferible aplicar una reforma laboral menos apresurada y más racional cuando España vivía momentos de crecimiento. Entonces hubiera producido menos daño en el mercado laboral y menos tensión social.
Pero el BCE no confía solo en la moderación salarial, quizá porque sabe que esa vía no garantiza una reactivación sostenida. Dispara en casi todas las direcciones (limitación de los beneficios excesivos, liberalizaciones y privatizaciones, regulación más favorable a la creación de empresas), pero una de sus terapias ha recibido poca atención: reorientar el gasto público hacia la educación y la investigación. Esta receta encierra una línea estratégica que el Gobierno español está rechazando. Los ajustes son obligados, porque así lo exige la estabilidad de la deuda; pero ajuste no equivale a recortes indiscriminados, sino a la sustitución de las partidas públicas menos rentables en términos de avance económico por las que permitirán superar la crisis.
Este es un momento crucial para la recuperación europea y, por tanto, deberían cuidarse los análisis y políticas económicas que se recomiendan a las economías en recesión. En este sentido, las propuestas del boletín económico del Banco Central Europeo (BCE) pecan de excesiva dispersión y poca claridad. Asegura el BCE que la moderación salarial en España debe acentuarse y que, asimismo, deben flexibilizarse todavía más las condiciones de despido. La receta del banco no es sorprendente; corresponde a su manual de ajuste económico. Como corresponde al manual de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) recordar que los descensos pronunciados de salarios agravan la recesión. La respuesta lógica a la terapia del BCE es recordar que los ajustes salariales se están produciendo como efecto derivado de la crisis financiera, la pérdida de actividad y la recesión persistente. Los mercados están ajustando los salarios y está por ver que fuera conveniente intervenir para acelerar la acción del mercado.
No hay más remedio que coincidir con el BCE en que si la reforma laboral se hubiese aprobado años atrás la pérdida de empleo en España hubiera sido menor. Pero con algunas precisiones. Hubiera sido preferible aplicar una reforma laboral menos apresurada y más racional cuando España vivía momentos de crecimiento. Entonces hubiera producido menos daño en el mercado laboral y menos tensión social.
Pero el BCE no confía solo en la moderación salarial, quizá porque sabe que esa vía no garantiza una reactivación sostenida. Dispara en casi todas las direcciones (limitación de los beneficios excesivos, liberalizaciones y privatizaciones, regulación más favorable a la creación de empresas), pero una de sus terapias ha recibido poca atención: reorientar el gasto público hacia la educación y la investigación. Esta receta encierra una línea estratégica que el Gobierno español está rechazando. Los ajustes son obligados, porque así lo exige la estabilidad de la deuda; pero ajuste no equivale a recortes indiscriminados, sino a la sustitución de las partidas públicas menos rentables en términos de avance económico por las que permitirán superar la crisis.
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